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11.10.2019 Críticas  
¡Ha llegado Zampanó!

Dentro de la programación de la tercera edición del Festival de Artes Escénicas Telón Tenerife, el Teatro Guimerá acogió durante dos días la representación de La Strada, una emotiva versión teatral del oscarizado film del maestro Fellini y una nueva evidencia de que el Festival sigue apostando por las propuestas de gran nivel.

En esta obra neorrealista, Fellini buscó mostrar al mundo las condiciones sociales más auténticas sin el velo endulzado que acostumbraba exhibir el cine americano, y dirigió su mirada hacia la Italia de la posguerra, devastada y llena de miseria, hambre y dolor. De este mundo surge un relato amargo pero con una gran dosis de poesía, pues los tres protagonistas, a pesar de sus antecedentes marginales y vidas precarias, son capaces de protagonizar escenas de amor, o de algo que se le asemeja.

Esta producción, versionada por Gerard Vázquez y dirigida por Mario Gas, está gestada desde el más profundo respeto hacia la obra original. En ella se ha querido incluir al público como una parte más de la plantilla y así involucrarnos en la historia. De ahí que nada más entrar a la platea, fuéramos recibidos por los mismos Zampanó, Gelsomina y El Loco, aunque en una forma más bien espectral, preludio del destino fatal de los protagonistas.

Ya sobre el escenario, los actores adquieren voz y nos hacen recorrer y compartir con ellos sus vidas como artistas itinerantes. Este aspecto del relato guardaba su dificultad, pues un escenario es un espacio limitado. Pero Juan Sanz ha realizado una labor excelente creando una escenografía sencilla, funcional y totalmente movible, para mostrar así ese continuo ir y venir que acompaña a la vida circense. Felipe Ramos aporta una iluminación acertada y precisa, también esencial para lograr esa sensación de movilidad.

Mario Gas, un apasionado veterano del mundo del espectáculo, ha sabido dirigir de forma acertada y con maestría el talento y la larga experiencia de los tres actores protagonistas. En su propuesta, logra que hasta los momentos de pausa nos digan algo; pues se hace evidente que los personajes tienen mucho que decirse, pero optan por enmudecer. Quiso que sobre el escenario hubieran solo los tres personajes, incrementando aún más la carga emocional de la historia.

El eje de este triste relato acerca de un amor que quiso nacer pero nunca llegó a cobrar vida, es el personaje de Gelsomina, interpretado por Mar Ulldemolins. La actriz catalana hace un trabajo espectacular, mostrando la profundidad de la figura de la joven malograda, frágil e inocente y dotándola de auténticos sentimientos en los momentos que experimenta profunda tristeza, atisbos de esperanza y la inevitable locura final.

Alfonso Lara llevó el peso del forzudo Zampanó. Personaje bruto, violento e insensible, pero que está al borde de ser conquistado por el amor de la inocente joven, aunque por desgracia y de forma incomprensible, decide eludir la posible felicidad que dicho amor le hubiera traído. No es un papel fácil de defender. Se trata de alguien con mucho que decir y sentir, pero con la incapacidad de hacerlo. No obstante Lara ha sabido trasladar al público lo que Zampanó piensa y siente en todo momento.

El Loco es quizás el personaje más lírico, cómico y dramático a la vez de los tres protagonistas. Alberto Iglesias no es nuevo en esto del teatro y por eso borda un personaje de puede pasar de ser el músico más tierno y sensible a un ser cínico y cruel, pasando por hacer las mil y una bufonadas para descarga emocional del público presente. Esta versatilidad no le resulta nueva, pues ya lo había hecho anteriormente en Incendios, donde interpretaba a cuatro personajes diferentes. Por eso no es de extrañar que Gas, que sabe rodearse de los mejores, pensara en él para este complejo papel.

La música juega un papel esencial en esta obra, ya que cada protagonista utiliza un instrumento que le da voz donde la suya propia no llega. Es especialmente hermoso el fragmento de la banda sonora de la película que toca El Loco al violín y después Gelsomina a la trompeta, una de las maravillosas composiciones del genial Nino Rota.

Finalizada la representación y con un público en pie, los protagonistas caracterizados como payasos fantasmales, agradecieron brevemente el entusiasmo del público. Un público que se fue a casa con una tristeza profunda en el corazón, pero con la gran satisfacción de haber presenciado una gran obra, delicada y bella.

Crítica realizada por Celia García

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