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10.10.2019 Críticas  
Cariño a medio gas

Desde el pasado 11 de septiembre el teatro Infanta Isabel de Madrid acoge La fuerza del cariño, un espectáculo basado en la conocida película de James L. Brooks que llega a la capital de la mano de Magüi Mira y con Lolita Flores como máxima protagonista.

La actriz y directora de teatro Magüi Mira se pone al frente de esta comedia melodramática que nos cuenta la historia de una madre y una hija muy unidas pero con diferentes puntos de vista sobre la vida. Parte de la magia de La fuerza del cariño consiste en hacer pasar a los espectadores y espectadores de la risa al llanto en varias ocasiones; el público siente un zigzag de emociones y se mueve de la alegría a la tristeza en cuestión de minutos. Eso es lo que observé desde el patio de butacas pero a mí, personalmente, no me llegó a emocionar de esa manera y quizá tenga bastante que ver el hecho de que no todas las actuaciones me resultaron igual de creíbles.

Lolita Flores interpreta a la madre y dota a su personaje de múltiples claroscuros que se traducen en humanidad y fragilidad. Es admirable la soltura en el manejo corporal que tiene sobre las tablas y, como no podía ser de otra manera, va ganando seguridad a medida que transcurre la función para, finalmente, llevarse una más que merecida ovación al acabar la obra gracias a su desparpajo y su vis cómica. ¡Qué gusto!

Por otro lado, Marta Guerras interpreta a su hija, un personaje lleno de intensidad que va adquiriendo matices de ligera sobreactuación que, sin embargo, el público parece esperar. Algo que me gustó bastante entre Aurora y Emma –madre e hija- es la compenetración que tienen ambas actrices para comunicarse a través de llamadas telefónicas. Maravillosa coordinación de esos recursos expresivos que, además, dotan a la obra de mucha agilidad.

Continúo hablando del trabajo de Luis Mottola, una interpretación más que correcta permitiéndose disfrutar de su personaje y destacando en los momentos de complicidad junto a Lolita Flores. Completa el reparto Antonio Hortelano que, aunque su papel es más pequeño, su actuación se presenta floja y no logra convencer en absoluto.

Dejando a un lado las interpretaciones, la escenografía de Curt Allen Wilmer no acaba de encajar con lo que sucede en el escenario aunque, lo reconozco, es bastante funcional. En determinados momentos no facilita la compenetración de las actuaciones pero está perfectamente iluminada para crear diferentes espacios de la mano de José Manuel Guerra.

En definitiva, esperaba más de este montaje que no termina de emocionarme a pesar de tener una enorme carga dramática.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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