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29.07.2019 Críticas  
Un lugar para Mallorca en el Grec

Ha ganado el premio al Mejor Actor de Reparto en la última edición de los Premis Butaca. Toni Gomila, manacorí de nacimiento, quien se ha hecho un lugar bien merecido en el teatro barcelonés, escribe e interpreta Rostoll Cremat en la Sala Ovidi Montllor del Mercat de les Flors.

Había estrenado anteriormente Acorar, donde ya tocaba el mundo del campesino de su tierra y ahora, veinte años después, vuelve a escribir. En esta obra costumbrista sobre la codicia y la ambición toma como base el cuento de En Juanet de sa gerra (versión de Jack y las habichuelas mágicas) y a la vez que representa el cuento, entremezcla la historia del crecimiento turístico de la isla y el cambio que esa influencia ha ejercido en el habitante insular.

La dirección del montaje corre a cargo de Oriol Broggi quien, como siempre, deja impresa su huella escenográfica y sonora. Ambientes cálidos y agradables que crean bellas fotografías en la retina. Tonalidades amarillas evocando puestas de sol, más o menos intensas, para recordar el mar y la playa o el campo y la ciudad y momentos de más oscuridad para representar alguna que otra tormenta gracias a la iluminación Guillem Gelabert. Audiovisuales con trigo segado, el Mediterráneo y gente en la playa tomando el sol de Agustí Torres. Sonidos de fondo, a modo de básico acompañamiento, una escalera y una mesa de madera y un fardo de paja enorme. A Broggi y su equipo técnico no le hace falta más para decorar un escenario y transportarnos a cualquier parte. Es a lo que nos tiene acostumbrados, pero nos encanta así.

Rostoll Cremat nos ha acercado más a la idiosincrasia del pueblo mallorquín y como esta ha ido cambiando a medida que ha cambiado la personalidad de la isla. Con toques de humor y aludiendo a otras dramaturgias clásicas (Shakespeare, Ibsen o Chéjov) crea una fábula propia que hace reflexionar sobre dónde se encuentra la verdadera felicidad y sobre los peligros de la globalización y el progreso mal administrados.

A priori, todo el conjunto suena atractivo. Y lo es. Aunque no entender bien el mallorquín es un gran handicap para el disfrute de la obra, y algunas partes también muy lineales en el texto (que supongo que se unen de nuevo a la dificultad de comprensión), hace que el interés decaiga en ciertas ocasiones. Sin embargo, la obra tiene grandes momentos (la escena de todos los personajes en la playa o los monólogos donde Toni Gomila se explaya) y va en un crescendo absoluto para dar lugar a un final intenso y muy reflexivo en el que se abre paso una enorme Catalina Florit en una pose de denuncia social que consigue cerrar la obra en alto. Caterina Alorda, Joan Toni Sunyer y Xesca Vadell completan un buen elenco de interpretaciones bien integradas en el conjunto.

Esta es una de las cosas más interesantes que nos ofrece el Grec: la oportunidad de conocer teatro más allá del propio, ofreciendo oportunidades que, de otra manera, son de muy difícil acceso. Rostoll Cremat nos brinda un paisaje isleño que se siente diferente a pesar de no estar tan lejos con un mensaje que sí que es muy cercano porque, al fin y al cabo, el ser humano siempre será el ser humano.

Crítica realizada por Diana Limones

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