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13.07.2019 Críticas  
La sombría infancia de Peeping Tom

El hall del TNC es un hervidero de gente. Caras conocidas del mundo del teatro, personajes de la crítica y amantes de la danza se dan cita en la Sala Gran para contemplar el último proyecto (que cierra trilogía) de la compañía belga Peeping Tom. No es la primera vez que viene a Barcelona con sus trabajos, y de seguro esta no va a ser la última.

Primero fue Vader (Padre) en el 2014. Luego vino Moeder (Madre) en el 2016. Y este año le toca a Kind, con el que se completa el concepto de familia desde la visión de Peeping Tom. La compañía siempre ha tocado el tema de la niñez en sus anteriores creaciones, pero siempre desde un segundo plano. En Kind toma protagonismo, presentando la historia desde la perspectiva de una niña que habita un bosque, que representa los límites de la imaginación, y donde hay también un acantilado, que delimita la vida. Por ahí desfilarán todo tipo de seres y personajes fantásticos, sucesos y emociones, que comprenden su mente y su mundo interior y en el que aflora el lado más oscuro de la infancia.

Como en todos sus montajes, el hiperrealismo siempre está presente. Pero en su concepción de este mundo, Gabriela Carrizo y Franck Chartier, quienes también se encargan de la dirección, salpican de notas surrealistas algunos momentos de esta obra, confiriendo al conjunto un insólito y singular cuadro de belleza peculiar. La estética, inicialmente natural, se acaba convirtiendo en un campo de batalla de luchas interiores, que acabará por todo lo alto artísticamente hablando.

Al trabajo de Carrizo y Chartier se le une la interpretación de un número de artistas, sobresalientes en el mundo de la danza contemporánea, la música y el circo que son la cara visible de este trabajo. Euridike de Beul, Marie Gyselbrecht, Hun-Mok Jung, Brandon Lagaert, Yi-Chun Liu y María Carolina Vieira, van cambiando de personaje (a excepción de de Beul, que todo el tiempo será la niña) a medida que transcurre la historia y en sus intervenciones integran teatro, danza o acrobacia y que hacen de esta una función indudablemente atractiva.

El espacio sonoro, que ha estado a cargo de cinco artistas, además de la propia aportación de la compañía es imprescindible para el resultado. Acompaña en todo momento a los actores, en ocasiones con más protagonismo, como cuando de Beul interpreta piezas operísticas y en otras ocasiones, como complemento a la parte visual. Composiciones trabajadas que aportan aún más calidad al conjunto y que junto al vestuario, colorido en unas escenas y neutro en otras y la escenografía diseñada por Justine Bougerol y Peeping Tom, convierten esta en una función de obligado visionado para los amantes del arte divergente.

Esta ha sido, sin duda alguna, la ovación más larga que se ha escuchado esta temporada en el TNC (al menos, de las 12 obras a las que yo he podido asistir). Me alegra que en un teatro con tintes casi siempre clásicos (sobre todo en la Sala Gran), se premie la originalidad, siempre que vaya de la mano de la excelencia, como ha sido el caso de este Kind de Peeping Tom. Esperamos su vuelta a Barcelona con los brazos abiertos y agradecemos que el Grec Festival siga contando con ellos una vez más.

Crítica realizada por Diana Limones

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