Con un conjunto de voces españolas al completo, Ópera de Tenerife puso el colofón a otra magnífica temporada lírica, ofreciendo la obra del maestro Penella, El Gato Montés en el Auditorio de Tenerife y para la que se colgó el letrero de “Entradas agotadas”. Mariola Cantarero, Guillen Munguía y Luis Cansino protagonizaron esta historia.
Amores desbocadamente apasionados que terminan en tragedia. Con esta ópera en tres actos y con libreto del mismo Manuel Penella, el autor quiso ofrecer, con gran sencillez y falta de pretensiones; pero no por ello carente de talento, una Ópera Española y popular, añadiendo los ingredientes clásicos y de obligación: toreros y bandoleros como héroes del pueblo, gitanas que leen la buenaventura, curas de aldea, madres abnegadas y mujeres frágiles y enamoradas. A pesar de lo clásico de su argumento; ya que narra la rivalidad entre el torero Rafael Ruiz el Macareno y Juanillo, bandolero conocido como el Gato Montés, por el amor de la gitana Soleá, dotó a cada personaje de pureza y autenticidad. Aunque lo más destacable de esta obra es el rico y colorido trabajo musical, donde se combinan con toda naturalidad componentes folklóricos como el garrotín y el pasodoble. Es por ello que en su época se convirtió en el máximo exponente de las melodías líricas, destacando sobre los demás el pasodoble Torero quiero ser, conocido por todos como símbolo de la España más característica.
Ópera de Tenerife apostó por gente jóven para esta producción. Ejemplos de esta apuesta son el escenógrafo Carlos Santos y el director de escenografía Raúl Vázquez. Ambos respondieron a esa confianza de manera sobresaliente. Carlos Santos nos sorprendió creando un espacio escénico opresivo que rodease a la protagonista Soleá, con un gran giratorio central, rodeado de elementos exageradamente grandes y unas paredes pintadas de frescos con motivos taurinos. Solo un gran portón al fondo de ese espacio permitía a la protagonista ser consciente de la existencia de un mundo exterior donde ella misma, en un tiempo pasado, pudo experimentar la libertad y la pasión del primer amor. Pero Santos se guardó lo mejor para el final: en la escena del velatorio de Soleá, al alzarse el telón, nos sobrecogió contemplar como una enorme tela roja carmesí pendía por sus dos extremos desde el techo sobre la difunta como símbolo de su dolor en vida y de su muerte expiatoria.
Raúl Vázquez, a pesar de su juventud, demostró que tiene una sólida formación musical y escénica. Aportó a esta obra su talento y grandes ideas que permitieron que toda la puesta en escena, a pesar de su complejidad y de su variedad en los elementos y los ritmos, en ningún momento perdiera la armonía ni el equilibrio.
En el foso y debutando frente a la Sinfónica de Tenerife, se encontraba el joven director de orquesta Salvador Vázquez cuyo especial entusiasmo por la ópera logró que la orquesta no solo hiciera un acompañamiento, sino también una narración propia. El Coro de Ópera de Tenerife, a los mandos de Carmen Cruz, en su línea, estuvo magnífico.
En el departamento de sastrería y bajo la dirección de Massimo Carotto, es evidente que hay un equipo que siente verdadera pasión por lo que hace. Diseñaron y confeccionaron un vestuario de líneas sencillas y colores rojizos, pero que a la vez estaba cargado de toda esa esencia andaluza, pasional y femenina. Todo ello sin dejar de lado el espíritu de la obra, que es mostrar los rasgos más característicos del folclore andaluz.
En el reparto, encontramos a la soprano andaluza Mariola Cantarero, que defendía el rol de Soleá. La belcantista posee una voz bella, con muy buena técnica y brillante en el registro agudo. Con ello como base, dotó a su personaje de un encanto especial y una singular expresividad. Su emotiva interpretación de Soleá logró enamorar a un público que empatizó con ella y con su dilema amoroso.
Guillen Munguía da vida al primer amante en discordia, el torero Rafael el Macareno. Saberse adaptar a la evolución de su voz, pasando esta de ser de un tenor ligero a la de un tenor lírico puro, ha dado sus frutos, deleitándonos la otra noche con su voz varonil, aunque repleta de matices.
La mezzosoprano Marina Pardo, desde su excelente madurez interpretativa, conectó con el personaje de Frasquita, madre de Rafael, aportándole su preciosa voz y matices, enriquecidos estos con los vibratos característicos de su tesitura.
El Primer Barítono de la famosa Antología de la Zarzuela de José Tamayo, Luis Cansino, es un reconocido intérprete de este género, con más de 40 títulos a sus espaldas. Cansino defendió el rol de Juanillo, el bandolero apodado El Gato Montés. La gran versatilidad de este artista, aunada a su extensa carrera, le permitieron abordar este género lírico con total confianza, aportando su voz baritonal bella y potente a ese mito del bandido rebelde.
Tras las notas finales, el público que llenó el Auditorio aplaudió en pie y con generosidad a todo el reparto y demás personal. Un nuevo éxito del excelente trabajo realizado, una temporada más por Ópera de Tenerife y que demuestra que la ópera, está más presente que nunca.
Crítica realizada por Celia García