La Calòrica lo ha vuelto a hacer. Nos ha vuelto a enganchar con el último de sus trabajos. Nos hace reír como descosidos y nos presenta verdades como puños (que no posverdades) sobre temas de candente actualidad. Son compañía residente en la Sala Beckett de Barcelona y ahí presentan Els ocells. Sólo tenéis hasta el 26 de mayo para ver su función.
Joan Yago, dramaturgo y miembro de la compañía, ha escrito un texto inteligente y desternillante sobre el estado actual de la democracia, inspirado en la obra de Aristófanes. Tomando como punto de partida a Evélpides y Pisteter, los personajes principales de su obra, Yago desarrolla la andadura de este último hacia el mundo de las aves donde espera ser acogido y, con la excusa de guiarlos para construir una ciudad en las nubes y ayudarlos a progresar, convertirse en su líder político. Els ocells fue una sátira con la que Aristófanes denunciaba a los que utilizan el populismo para conseguir sus propios fines. Él lo hacia tan solo 50 años después que naciera la democracia. Pero siendo un tema tan presente a día de hoy, Yago lo revisita y, junto a su compañía, presentan una crítica propia hacia muchos de los sistemas actuales supuestamente democráticos y a dónde nos han llevado. Y, de regalo, se llevan su parte también el sistema comercial, judicial y religioso. Un texto extremadamente irónico, y que de forma constante e ingeniosa rompe la cuarta pared envolviendo así, y de forma directa, a todos los ‘pájaros’ que nos hallamos en la platea. Pero todo siempre desde el humor. Escenas como la aparición de la democracia, la llamada a la asamblea de los pájaros o la que creo que se debería convertir en un clásico, la de la familia Palomo, hacen de esta obra la comedia de la temporada, luchando en un mano a mano con La tendresa de Sanzol.
Además del texto, otro de los fuertes del montaje es la direccion a cargo de Israel Solà, que es esencial. Como ya pasara con Fairfly (su anterior trabajo con la compañía), el ritmo vibrante que maneja la pieza, las intervenciones perfecta y milimétricamente atropelladas entre los cuatro actores, el tono exacto de humor sin caer en el innecesario ‘payaseo’ y la precisa ejecución de todos y cada uno de los personajes reflejan, sin duda, la imprescindible batuta de Solà, a quien por supuesto felicitamos.
Mención especial para el vestuario y el trabajo de peluquería, a cargo de Albert Pascual y Anna Rosillo respectivamente. Si a algo le tenemos que atribuir mucha parte de la locura y el surrealismo de esta obra es al trabajo de estos dos ases del diseño y la caracterización. Empezando por el traje turquesa y floreado de Pisteter hasta el de la gran dama democrática, pasando por los pajariles vestidos de volantes y la larga lista de pelucas coloridas y perfectamente acopladas que acompañan a cada actor. Todo ello, incluyendo el espacio sonoro de Guillem Rodríguez que convierte la sala en algún que otro momento en una fiesta en mayúsculas, hace que Els ocells vaya a ser recordado por los restos.
Finalmente, y no menos importante, el trabajo de los cuatro monstruos que están sobre las tablas. Cuatro actores (¿qué digo actores? ACTORES) que están soberbios, fantásticos, apoteósicos. Cuatro individuos que trabajan al unísono. Sólo puedo decir que me en-can-tan. Un enorme Aitor Galisteo-Rocher, que nos deja momentos imborrables en sus papeles de flamenco, de madre paloma o en el de juez. La fuerza que desprenden sus personajes cuando está en escena es tan grande que no puedes dejar de fijarte en él. Un profesional de la comedia de pies a cabeza. Esther López, la única chica del grupo, que no solo demuestra sus dotes como actriz sino también como cantante en unas intervenciones necesarias para el exitoso resultado. Xavi Francés, cómicamente hablando a la altura de Galisteo-Rocher, personaje tras personaje hace reír a carcajadas, se atreve a desafinar con Camilo Sesto, y suelta un discurso sobre el capitalismo que nos deja con la boca abierta. Y, luego está Marc Rius, el joven y ambicioso Pisteter, el personaje principal de Els ocells, quien a través de apelar a los sentimientos de las aves, con una sonrisa y falsas esperanzas se hace con el poder. Un actor al que hemos visto en diferentes registros y al que le sientan igual de bien la tragedia como la comedia. Con la profundidad de su voz y la seguridad con la que expone sus intervenciones y un porte que impregna la sala de su presencia consigue llamar siempre nuestra atención; y que lo creamos y que lo disfrutemos. Aquí, además, nos hace pensar; y también nos hace reír. Tiene un ‘nosequé’ especial, el Rius, encima de las tablas.
En definitiva, si con todo esto que cuento, no os animáis a ir a la Beckett, no tenéis perdón (disculpadme la licencia). Esta compañía está haciendo lo que quiere. Els ocells de La Calòrica tiene un estilo propio. No todo el mundo tiene la capacidad de hacer algo que no se pueda etiquetar y hacerlo tan bien. Y eso, hay que ir a verlo. Me alegro que gente con esas capacidades tenga la oportunidad de compartirlas con el público. Sigo estando orgullosa del teatro que se hace en nuestra ciudad. Cuando nos ponemos serios y profundos pero también cuando nos ponemos profundos y nos hartamos a reír. Eso es Els ocells; presentar verdades que nos atañen, usar tu micro para agitar conciencias y no parar de reír.
Crítica realizada por Diana Limones