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28.01.2019 Críticas  
Cuerpos de arcilla y paisajes de harina

El Mercat de les Flors ha acogido el reencuentro artístico de los coreógrafos valencianos Asun Noales y Gustavo Ramírez Sansano. Una celebración en forma de creación conjunta que surge para conmemorar el décimo aniversario de su primera colaboración. Da Capo es el título elegido y que nos indica cuáles son las premisas estructurales ese la propuesta.

Volver a empezar con los mismos ojos pero distinta mirada. Encontrarse en el momento presente y comprobar qué permanece de entonces y cómo enfrentarse a ello con las herramientas proporcionadas por la experiencia. Virtuosismo coreográfico siempre buscando como finalidad la exploración y el autoconocimiento. Capas y capas que confunden realidad y ficción y que propician la manifestación artística como un acto de amor. El artista inmerso en su obra que ve cómo ésta cobra vida, en el caso de la danza, gracias a los cuerpos. Precisamente, los cuerpos de los bailarines como elemento sustancial, masa y materia.

Sobre el escenario Noales nos deslumbra y nos atrapa junto a Saray Huertas, Diana Huertas, Carmela García, Sebastián Rowinsky, Alexander Espinoza y Rosanna Freda. La dirección que realiza de su coreografía compartida con Ramírez Sansano es espectacular, tanto en su dominio del espacio escénico como en el trabajo y compenetración de todos los convocados. No se puede decir que encontremos una estructura lineal y, si se conocen otras propuestas de la compañía, la calidad de la experiencia se torna en algo multidimensional, pero realmente lo que vemos nos atrapa y nos iguala en esta necesidad de discernimiento con la que el espectador también se aproxima al universo expresivo de la danza contemporánea.

Cuerpos que son talle y torsos. Torsos cuyas complexiones forman figuras que interactúan y se interpelan. Que se completan como un organismo colectivo. Una entidad corpórea gracias precisamente a esta sensación de comunidad y asociación que no niega la potencia de los solos y duetos. Una selección musical muy acertada (y alineada con la concepción de la coreografía nos llevan al alma y espíritu del espectáculo) propicia que la investigación y la incertidumbre se tomen de la mano como motores del lenguaje interno de la representación. Memorias y recuerdos como si se tratara de los prismas que conforman un caleidoscopio. Así son las distintas escenas. El sello de OtraDanza lo encontramos en la capacidad de todos los implicados para mostrarse precisamente a través de la disciplina que defienden.

Finalmente, el impacto que provoca la desnudez total del escenario y la insinuada de los cuerpos es una de las señas de identidad de la propuesta. Carne y piel cubiertas de harina, como si fuera la arcilla que crea a los intérpretes al mismo tiempo que ellos crean su obra. La excelente iluminación de Juanjo Llorens y el trabajo de OD con el espacio escénico, son cómplices de excepción. Con Da Capo se nos ofrece una oportunidad privilegiada para redescubrir esa necesidad de convertir en algo corpóreo nuestra necesidad de manifestarnos a través del arte de la danza, ya sea a través de su ejecución o de su recepción. Tras la asistencia, estamos convencidos de que este no será el último encuentro entre Noales y Ramírez Sansano. Y esperamos seguir siendo testigos de todos los que vendrán.

Crítica realizada por Fernando Solla

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