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10.12.2018 Críticas  
Y tú dentro de una caja

Un brutal shock envuelve a Tom tras la inesperada muerte de su novio. Ahora él, publicitario de éxito, visita la granja de la familia de su pareja para ir a su entierro. Allí queda paralizado al ver que nadie sabe de su existencia. La Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez acoge Tom en la granja, una reflexión sobre la mentira como forma de supervivencia.

En medio de un entorno hostil Tom se deja intoxicar por una maraña de embustes que solo conducen a la violencia. Tom acepta ocultar su relación con el muerto y acepta contribuir a que la que hubiera sido su suegra siga creyendo que su hijo era heterosexual. También se deja manipular y maltratar por el bruto hermano de su novio que le obliga, con amenazas y golpes, a hacer cada vez más gruesa una red de falsedades fruto de complejos y frustraciones hipócritas. Pese a estar sumido en una crisis personal, Tom se resiste a dejarse pisar por completo. A la vez, se presta a ser la pieza que ocupe el lugar en la granja que hace años ocupaba su pareja fallecida. Mientras se debate en un mundo que no es el suyo (que le ata, le agrede y le hace sangrar) Tom también se encuentra desconcertado ante sentimientos contradictorios: empatía y rechazo, comprensión y odio… El libreto del canadiense Michel Marc Bouchard cose crítica social con tensión e impacto artístico. El montaje dirigido por Enio Mejía es capaz de trasladar a la escena la fluidez de una historia que engancha desde el primer momento y se expande como un veneno que va sembrando preguntas y reflexiones en el espectador.

Con una puesta en escena limpia, y una iluminación que subraya el trasfondo psicológico y metafórico de la trama, la obra va transitando por una historia que muestra a dos personajes antagónicos como seres más parecidos de lo que en un principio se podría esperar. Y es que la sencilla producción muestra a Tom y a Francis (el granjero que hubiera sido su cuñado) como dos cuerpos masculinos similares. Ambos rotos. Ambos desnudos dejando al descubierto sus llagas ¿Quién es verdaderamente el más fuerte de los dos? Tom se deja influir y aplastar por Francis pero, sin embargo, él es el único que irradia verdad y se defiende sin imponerse por la fuerza. Se sabe en posesión de la razón pero no qué hacer ni cómo afrontar su duelo. Mientras, los demás violan su intimidad y le intentan imponer a Tom la putrefacción de un mundo de mentiras simbolizado por un asqueroso cementerio de ganado situado cerca de la aislada granja. Un cementerio que siempre está presente en sus conversaciones como una amenaza mil veces repetida: “¿quién iba a notar allí un esqueleto más?”, señala Francis recordándole a Tom que en cualquier momento puede acabar en aquella fosa convertido en pasto para lobos.

Tom en la granja es un texto oscuro y difícil. Uno de esos en los que cada palabra pesa y parece colocada para funcionar como la pieza de un engranaje con un fin mayor. El diálogo entre los personajes se mezcla con el monólogo interior del protagonista: un eco de pensamiento, con toques de discurso poético, que precisa de un matiz actoral muy fino para lograr llegar al público en toda su intensidad. Si bien Gonzalo de Santiago encarna el físico de un perfecto Tom, el actor no consigue igualmente aprovechar las oportunidades que un personaje de tal profundidad le ofrece. La dicción de De Santiago es tosca, el actor emana una cierta inseguridad al desgranar su texto atascándose reiteradamente; pese a recomponerse cada vez, y a conseguir retomar el hilo, su interpretación produce un cortocircuito en el mensaje. El resto del reparto en ocasiones también parece contagiado de este problema. A pesar de todo, la función es capaz de crear tensión psicológica y hasta sexual en algunos momentos (el logro se debe a una buena dirección de escena y al trabajo corporal de los actores). Destaca la labor de Yolanda Ulloa en el papel de la madre doliente que se deja engañar por las mentiras que prefiere oír. Por su parte, Alejandro Casaseca se mantiene en una línea de corrección que en ciertos puntos se tambalea.

Supervivencia, tragedia, amor, dolor, corporeidad, relato crudo… Tom en la granja critica esa homofobia anacrónica e ignorante y aún viva que es necesario erradicar. Pero sobre todo, y de manera amplia, la obra de Bouchard habla de libertad y de lucha. De que a veces, especialmente ante el acorralamiento extremo, no queda otra que revelarse violentamente contra los yugos del pasado. Tom se ve obligado a hacerlo sin poderse creer aún que el amor de su vida, que no era el hombre que él se creía, descanse para siempre tumbado ya dentro de una caja.

Una nueva oportunidad de acercarse a un libreto turbador que ya fue llevado al cine, bajo el mismo título, por Xavier Dolan en 2013.

Crítica realizada por Raquel Loredo

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