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22.10.2018 Críticas  
Afortunado recorrido por El jardín de las delicias

La Sala Barts acoge en el Espai Club el espectáculo Lubbert. El actor y clown Inda Pereda nos presenta un solo que se inscribe en el terreno del teatro físico. Un espectáculo cuyo principal protagonista es el humor y que se distingue por el buen hacer de su creador e intérprete y por la feliz convivencia de lo reconocible y lo particular.

El encuentro con Pereda nos permite disfrutar de un clown totalmente adscrito a su registro. Esto no es ninguna tontería. Muchos intérpretes recurren a esta técnica como variante o como un recurso más para enriquecer a su personaje, pero pocos persisten en mostrarse ante el público como tal. Aquí tenemos a uno que a través de la ausencia del lenguaje hablado (reducido prácticamente al eficaz y muy divertido uso de la onomatopeya) nos seduce a través de la mímica y el gesto. No hay distanciamiento. Al no haber cuarta pared el mundo ficticio no existe o, en cualquier caso, no sus fronteras, y desde el principio todos formamos parte de él.

Pereda crea, dirige e interpreta el espectáculo a partir de su obra pictórica favorita, en este caso El jardín de las delicias de El Bosco. ¿Hay manera posible de casar la impronta de un creador flamenco a caballo entre el Gótico el Renacimiento y llevarla a escena en una pieza de teatro físico? Ahora ya podemos afirmar que sí. No se trata aquí de hacer un tratado artístico, menos de una de las obras más enigmáticas y misteriosas de su autor. Lo que sí que encontramos es un acercamiento más que simpático y muy cómico a los planteamientos religiosos y a la visión de las figuras animales que encontrábamos en el tríptico. De algún modo la crítica o sátira hacia el poder imperante de entonces está presente (el nacimiento de Eva de la costilla de Adán, etc.).

Todo ello llevado al mundo contemporáneo a partir del personaje de Lubbert Dash, el primer esbozo del hombre en la Tierra. Ahí conocemos a Pereda, totalmente integrado en su personaje. La divinidad invisible y creadora que le otorga su autoría le suelta en medio del cuadro de nuestro mundo. Un viaje a través de tan preciado jardín, del que evidenciará todas sus incongruencias a partir de un recorrido gestual impresionante y con un sentido del humor muy bien entendido. Como intérprete, Pereda integra en el movimiento algunos elementos coreográficos de Laura Obiols y aprovecha todas las posibilidades de caracterización y juego que ofrece la pieza de vestuario de Alba Gabarró. La elección y el uso de la música de Vivaldi ofrecen un contrapunto cómico y evocador al mismo tiempo. El diseño de iluminación de Meritxell Pérez viste y abraza muy bien el trabajo del artista sobre el escenario.

Explorando un mundo imaginario que guardará múltiples semejanzas con el nuestro, la mezcla de imágenes surrealistas con la interacción e integración del público nos ofrece un espacio para el esparcimiento y el recreo. Un pasatiempo que le da todo el sentido a la palabra y una muy buena opción para compartir nuestros momentos de ocio. Un espectáculo cuyo mecanismo interno funciona a un ritmo inalterable mientras dura la representación y que, seguro, formará parte importante del repertorio de Pereda.

Finalmente, hay un valor añadido para el espectador que asiste a Lubbert y es, sin lugar a ningún tipo de duda, el interés creciente que despierta tras la asistencia. Por el espectáculo en concreto pero también por el intérprete y por un género al que nuestra cartelera no suele tratar como merece. En un momento en el que la mezcolanza de géneros y disciplinas está a la orden del día, encontrarnos con un artesano y profesional como Pereda supone un soplo de aire fresco, revelador, actual y sí, muy concreto.

Crítica realizada por Fernando Solla

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