El bosque shakesperiano de los enredos se reinterpreta en clave de humor sin complejos en el musical Sueño de una noche de verano. A ritmo de rock original y en directo, duendes y hadas convierten el Teatro Príncipe Gran Vía de Madrid en escenario para la parodia apoyada en referentes musicales reconocibles. El descarado juego convence pasada la fase de acomodación.
El factor sorpresa es fundamental en esta coproducción entre The Stage Company Argentina y Klemark España con música de Javier Giménez Zapiola. Caer en el spoiler supondría matar el encanto de una obra (anunciada escuetamente como “comedia musical”) que guarda su verdadera naturaleza para el momento de encontrarse cara a cara con el público. Pese al ánimo de no desvelar demasiado, hay que subrayar que el acento de este sueño de una noche no está centrado en recrearse en las cualidades vocales de sus intérpretes (que son conocidas y se evidencian aquí en la medida en la que el repertorio lo permite) sino en hacer reír… y mucho.
El particular escenario en media luna del Teatro Principe Gran Vía se presenta descubierto, enmarcado por desvergonzadas siluetas de árboles y el resto de una sencilla, y más que particular, escenografía construida con material reciclado. Comienza la función. Adornado de cambiantes luces móviles, y en una atmósfera púrpura fluorescente, el bosque se despierta. En él se entrecruzan seres mágicos con problemas conyugales, cuatro enamorados con asuntos que resolver y un grupo de actores aficionados con mucho entusiasmo por interpretar su gran obra.
Desde la primera línea del ligero libreto se muestra (sobre todo en los personajes humanos) una clara y voluntaria decisión de exagerar al máximo esa característica declamación de tono afectado. La elección no se termina de comprender hasta que pasan los primeros minutos: tras la “Canción de Oberón (Ignasi Vidal) y Titania (Mela Lenoir)” se dispara el cachondeo y entonces, en un segundo, todas las piezas empiezan a encajar. El público recibe tanto a los dos protagonistas como al viraje al estilo sketch como una bocanada de oxígeno. Y es que a partir de que el espectáculo se descubre, dentro del descontracturado registro del que hace gala, todo fluye en complicidad con la platea.
Los actores Naim Thomas, Sergio Reques, Luciano Vittori y Cayetano Fernández aprovechan los minutos estrella de sus personajes que se convierten en el centro de atención de los momentos más gamberros. Las voces de Mariola Peña y Lorena Fidalgo se aprecian mejor en un agradecido tema que pone punto y final a los entuertos entre ellas y sus parejas. Gags visuales, fusión musical con otros géneros y peleas al estilo West Side Story en versión “typical spanish” consiguen llevarse al público a su terreno.
Este Sueño de una noche de verano, con dirección de Carla Calabrese y Sebastián Prada y dirección musical de Lucas Crawley, es una vuelta de tuerca más a una de esas historias eternas que nunca dejará de inspirar mil y una adaptaciones. La que ahora se presenta en la Gran Vía madrileña se viste de riesgo, botas con tachuelas y estética gótica para proponer un rato de desconexión y giros rockeros.
Crítica realizada por Raquel Loredo