Hasta el 9 de septiembre los Teatros del Canal acogen 30 años de danza, un espectáculo que celebra el aniversario del Víctor Ullate Ballet – Comunidad de Madrid. Dieciocho fragmentos de coreografías de la historia de la compañía, engarzados para la ocasión, forman este auto homenaje con apoyo audiovisual modesto y resultado global pictórico y efectista.
El reconocido bailarín, coreógrafo y maestro aragonés Víctor Ullate ya anunció a los medios, a principios del presente año, su intención de retirarse de la danza. Comentaba que había llegado el momento de “dar paso a savia nueva”. Lucía Lacarra, ex primera bailarina de la compañía de Ullate y una de las principales figuras actuales del ballet clásico, es ese refresco al que se refería Ullate. Lacarra, que toma el relevo de Eduardo Lao a la cabeza de la dirección artística de la compañía, interviene en este 30 años de danza en calidad de artista invitada. La etérea donostiarra se convierte en una de las piezas claves de este collage de momentos del pasado que tiene como principal protagonista a la propia compañía por encima de cualquiera de sus coreografías.
Seguiriya (2000), Tras el espejo (1995), Samsara (2006), Tres (2008), Wonderland (2010) o Carmen (2017) son algunos de los recuerdos recuperados a modo de extractos que se entrecruzan sin orden cronológico. Todos se desarrollan en un espacio escénico horizontalmente dividido en dos. La diáfana parte inferior se rodea de espejos que multiplican los cuerpos. Por encima de ellos, y de esos reflejos que juegan con la profundidad y el equívoco, se encuentran tres grandes pantallas (frontal, izquierda y derecha) en las que se proyectan imágenes estáticas y en movimiento. Sus características y gran tamaño les hacen cobrar a las mismas excesiva preponderancia mientras se complementan con una iluminación discreta en la que priman las sombras y uso del contraluz.
El impacto de cada cuadro creado por el conjunto de elementos prima por encima de las cualidades individuales de los mismos. Los nexos entre coreografías unen en escena personajes de tal forma que unos se cuelan en las ficciones de otros. El vestuario cobra gran importancia en lo que parece ser un compendio de influencias de músicas del mundo, danza clásica y vanguardia contemporánea. Los platos más impactantes, armónicos y poéticos se reservan para un segundo acto cargado de historias que contar.
30 años de danza ofrece dos horas cuarenta y cinco minutos de una selección que deja fuera al repertorio tradicional más clásico y se deleita en ofrecer una disfrutable exhibición de solos, pasos a dos, a tres, a ocho… El resultado además es una oportunidad de ver qué considera la compañía que representa mejor su personalidad y trayectoria. La decisión es mirar al pasado ¿quizás para proyectar sus primeras intenciones de futuro? o ¿puede que para cerrar un capítulo y abrir otro muy diferente? Todo se verá.
Crítica realizada por Raquel Loredo