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10.05.2018 Críticas  
Descubriendo el horror

En los tímidos comienzos del Siglo XX se publicaba en forma de cuento y por entregas uno de los relatos más reveladores sobre las colonias europeas en África. El autor, Joseph Conrad, se embarcó durante seis meses en un vapor belga que remontaba el río Congo. Lo que descubrió en ese viaje lo denunció en su conocida y problemática novela: El Corazón de las Tinieblas.

La compañía teatral Metatarso, comandada por Darío Facal se embarca – nunca mejor dicho- en una aventura de descubridores en los Teatros del Canal. Con un tono casi de documental, con el característico toque de la compañía, seguiremos al alter ego de Joseph Conrad en ese viaje que le cambió para siempre.

La bella escenografía, perfectamente iluminada por Manolo Ramírez, nos coloca en un lugar atemporal, que va desde aula a laboratorio, de barco a selva. Una pantalla proyectará constantemente imágenes de objetos expuestos en una vitrina situada al fondo del escenario, y que darán realismo a toda la narración. Después de la función, los curiosos pueden satisfacer su instinto acercándose a ver de cerca los objetos expuestos. Esta función cabalga entre el relato puro y duro de un viaje, y las sensaciones que vivió el mismo Joseph Conrad.

Ernesto Arias es el que lleva la voz cantante. Él contará los prolegómenos del viaje, las expectativas, los terribles descubrimientos. Joseph Conrad vivió de primera mano las verdaderas intenciones de esos viajes colonizadores. Bajo la intención de llevar cultura a los congoleños se escondía el verdadero propósito de Leopoldo II de Bélgica, que no era otro que controlar el tráfico de marfil hacia Europa a costa de toda clase de abusos a la población congoleña. El autor denunció abiertamente esa clase de prácticas a su regreso a Europa y publicó su conocida novela.

Para este montaje teatral, aparte de las interesantes y didácticas proyecciones se cuenta con percusión africana y un piano en directo, que le dan emoción a muchos momentos. Aunque toda la función es casi un monólogo de un más que correcto Ernesto Arias, hay intervenciones breves de KC Harmsen y Rafa Delgado. También está Ana Vide que da voz al relato bíblico de la creación, y se pone en la piel de la prometida del desaparecido capitán Kurtz, y que recibe la noticia de parte del alter ego de Joseph Conrad, el señor Marlow. Aunque el ritmo de la función es ágil, son quizá las intervenciones de Ana las que ralentizan el desarrollo, toda la conversación final se alarga demasiados minutos en los que el interés decae por completo, pues ya sabemos del desenlace y del horror que Marlow/Conrad no es capaz de describirle a esa afectada mujer.

El epílogo es una denuncia trasladada a nuestros días, una denuncia que nos obliga a pensar en que no tanto ha cambiado desde aquellos tiempos, y que el progreso del llamado primer mundo conlleva la opresión y pobreza del tercer mundo. Podemos mirar de frente o denunciarlo. Lo que si queda claro es que de una manera u otra todos somos esclavos.

Esta puesta en escena de El Corazón de las Tinieblas es arriesgada, teatro diferente, apoyado en sonidos, imágenes, aires de documental y clase de historia. A pesar de llevar el sello de Metatarso no llega a la altura de aquellas Amistades Peligrosas que pudieron verse en las Naves del Matadero. Que el teatro es aleccionador es indiscutible. Quizá un poco más de sutileza se habría agradecido en la parte final. Aun así el conjunto no deja de ser interesante y un logrado ejercicio teatral.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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