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17.02.2018 Críticas  
La esencia desnuda de El Público

Dentro del ciclo ‘Una Mirada Al Mundo’ que todos los años nos acerca interesantes proyectos de todas partes de mundo, en esta ocasión el Centro Dramático Nacional nos sirve en bandeja una ocasión irrepetible de vivir un montaje de Lorca como es El Público desde la óptica de una sociedad tan opuesta a la nuestra, como es la japonesa.

Si ya de por si El Público es todo un reto de ser llevado a las tablas por su complejidad y las múltiples capas que tiene este drama en seis cuadros. La aportación de Àlex Rigola, no hace mucho, en el teatro de La Abadía, con un potente montaje a nivel visual y actoral, con una Irene Escolar como pocas veces se la ve, interpretando a Julieta, es totalmente lo opuesto al prisma japonés que Kei Jinguji nos trae al teatro Valle-Inclán.

La atmósfera surreal y onírica del texto original aquí se vislumbra en muchas ocasiones, pudiendo ser hasta descartes de la última temporada de Twin Peaks; si en el programa de mano leyésemos que David Lynch se ha encargado de la dirección de actores y la escenografía, y no el propio Jinguji e Hirofumi Suzuki, no hubiese sido una idea muy loca. El drama de la relación de Gonzalo y Enrique, viviendo uno su orientación sexual de forma pública, y el otro en la intimidad de un dormitorio o tras un biombo, enmascarando su ser tras Elena, a la que no engañan, y y todo ello durante la representación de un ‘Romeo y Julieta’ innovador que renueve la escena, al aire libre o bajo lápidas de fría piedra en camposantos.

Este montaje desnuda el original lorquiano a manos del traductor Yoichi Tajiri, y simplifica el simbolismo con imágenes esquemáticas que van a la esencia del texto. Un ejercicio de estilo muy à la japonais, con mucho expresionismo, un movimiento escénico trabajado a cámara lenta, y con una proclama de los parlamentos con voces guturales carentes de sentimiento, solo como soporte de unas palabras que deberían expresar lo suficiente sin apoyarse en la enunciación.

El resultado general de este El Público es curioso, intrigante, y un documento vivo de la universalidad del teatro, traspasando las fronteras y expresando, en este caso, el mensaje de libertad, personal, sexual, y creativa, que tan reprimida se encontraba allá por el 1930, y que hoy en día seguimos encontrando en muchos aspectos.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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