Allá por 1896, después del estreno de La Bohème en Turín, un crítico aseguró que esta ópera no pasaría a la historia, calificándola de aberración. El tiempo le ha quitado la razón a ese crítico. La Bohème compite con Carmen en ser la ópera más representada de la historia.
Llega al Teatro Real un interesante montaje que deja todo a la vista, sin esconder la magia del teatro y consiguiendo efectos singulares.
La historia que cuenta La Bohème es sobradamente conocida. Nochebuena en el barrio latino de París. Rodolfo y Marcello en su buhardilla intentan mantenerse calientes quemando manuscritos en la estufa. Aparece Mimi en escena pidiendo luz para encender una vela. El amor entre Rodolfo y Mimi es instantáneo. La escapada con los bohemios a cenar en los restaurantes del barrio latino, el aria de Musetta, que eriza el vello al espectador, el trágico desenlace. La solitaria muerte de Mimi mientras esperan que llegue la medicina. Giacomo Puccini compuso una música legendaria que perdura en la historia. Maravillosas melodías, agilidad inusitada en la ópera. Una joya eterna.
Esta es una nueva producción del Teatro Real en coproducción con la Royal Opera House de Londres y la Lyric Opera de Chicago. El director de escena es el británico Richard Jones. Ha concebido una curiosa manera de representar esta magnífica ópera. Ante el espectador no se esconde ningún truco escenográfico. En los movimientos escenográficos vemos a los técnicos trabajando, moviendo las piezas entre los actores, la escenografía se va almacenando a la vista del público. Lejos de incomodar, se consigue un doble interés. Todo está magníficamente coreografiado. El choque de los dos mundos, el real y el bohemio de la historia, consiguiendo una inusual e intrigante magia. Cabe destacar la belleza de los elementos escenográficos y el cuidado vestuario. La escena en el barrio latino es una absoluta explosión de color, en contrapunto con la fría buhardilla a la que regresaremos después del intermedio.
En la parte interpretativa hay un tremendo equilibrio. El drama y la comedia se dan la mano. La Bohème es eminentemente trágica, pero el contrapunto de la alegría bohemia se agradece. Piero Pretti como Rodolfo crece y crece. Yolanda Auyanet llega a una tesitura y color inusitados. Carmen Romeu es Musetta, aunque tremola en el principio de “Quando me’n vo soletta”, remontó con poder. Alessandro Luongo impone una presencia imponente a su Marcello. Todo el conjunto respira equilibrio. Una vez más se demuestra que una gran ópera, mientras sea respetada en la esencia, aguanta con estoicidad cualquier propuesta que esté dentro del buen gusto.
Un Teatro Real lleno hasta la bandera ovacionó la propuesta y al elenco. Cierto que a algunos les ha molestado la propuesta, pero yo he de reconocer que me ha conquistado la sencillez, y a la vez la tremenda complejidad de mostrar todo el montaje sin trampas, sin esconder nada. Un lujo disfrutar una vez más de la romántica historia de estos bohemios, de un amor sincero, inflamado, de uno de los finales más bellos de la historia operística.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau