novedades
 SEARCH   
 
 

30.06.2017 Críticas  
Diagrama lumínico desde la locura

El Teatre Nacional de Catalunya acoge la visita de dos figuras imprescindibles para entender las disciplinas artísticas a las que representan. Letter to a man supone el encuentro entre tres leyendas, dos vivas y una exánime. De la unión de Robert Wilson, Mikhail Baryshnikov y Vaslav Nijinski brota un espectáculo tan infrecuente como extraordinario.

La premisa de la función surge del diario de Vaslav Nijinski (1890-1950). No se trata de evocar o representar su virtuosismo con bailarín de ballet o coreógrafo ni de recoger el testigo de su trabajo, sino de escenificar el frágil momento en el que el hombre intentaba entender qué es lo que le estaba pasando en su lucha para no volverse loco. Nos situamos, pues, en 1945 en Suiza, a finales de la Primera Guerra Mundial.

Wilson es un artista de vanguardia que, en el caso de Letter to a man, ha sabido adecuar con una naturalidad apabullante un estilo propio al material de partida. La conceptualización, marca de la casa, sigue manifestándose a través del tratamiento del lenguaje y el movimiento, la iluminación y los diagramas y, por último, los objetos. Baryshnikov se convierte en un instrumento más de Wilson y, a la vez, en protagonista y ejecutor de una visión tan particular como radical, entregada, temeraria y arriesgada. La de ambos. La dialéctica o lógica de lo que no comprende razón alguna, como es el trastorno, la paranoia o la enajenación.

Lenguaje y movimiento. Wilson enfatiza en el silencio. Tratándose de la puesta en escena de un diario esto podría parecer incongruente, pero no. Como los cuerpos, las palabras modifican su forma y valor, ya sea en presencia o ausencia. El movimiento manifiesto a través de líneas. Horizontales para delimitar el espacio y verticales para el tiempo. Esta importancia de los gestos y la interpretación corporal se manifiesta como una danza del tiempo y la mente antes que como coreografía al uso. Nadie como Baryshnikov para interpretar esta oscilación. Silente trabajo que provoca un impacto considerable en combinación con los audios extraídos de los diarios. En inglés, ruso y francés. Si las palabras son, de alguna manera, nuestra capacidad para evidenciar la propia realidad, la reiteración y a la vez disimilitud o desavenencia idiomática muestra, de nuevo, el trastorno.

Iluminación, diagramas y objetos. Una obra compuesta por esbozos que son a la vez estructura dramática de la locura. La línea de continuidad desaparece al mismo tiempo que lo hace en la mente del protagonista. La ausencia de luz a la par con un engranaje perfecto de cortinas, paneles y objetos que, entro otros muchos aspectos, destacan por la plasticidad cromática del negro, blanco, rojo y verde. Analizar este uso merecería un capítulo aparte. La visita se vuelve aquí obligatoria. La comunión de luz y movimiento obra casi un milagro gracias al trabajo de Baryshnikov.

Todas estas disciplinas componen un nuevo diario que explica, comprende y devuelve las preguntas de que Nijinski se formulaba. La relación con su esposa, el “descenso” del ballet al cabaret al que ella le empujó, la relación con la familia política, su tramo final en hospitales psiquiátricos… Incluso su relación con Serguéi Diáguilev. Algunos de estos momentos definitivos se manifestarán a través de los audios y otros a través del movimiento o la escenografía e iluminación. Un trabajo indescriptible que despierta nuestra sensaciones y percepciones desde lo más abrupto de un brote psicótico. Un saqueo intelectual antes que emocional. La culminación de la aprehensión psicosomática a través de la manifestación artística. Un triunfo y, como decíamos, un nuevo diario, Letter to a man, de vuelta para Nijinski. Algo que sólo se puede concebir dentro del espacio físico y mental de la representación teatral.

Un trabajo que va mucho más allá de la objetivación del sujeto o de la subjetivación de los objetos. En manos de Wilson, que como es habitual, firma no sólo la dirección sino también el diseño de escenografía y el concepto de iluminación, se consigue llevar a escena esa tierra de nadie (entre la locura y la cordura) en la que vivió sumido Nijinski. Consciente de esta necesidad, Hal Willner ha compuesto una música perfectamente integrada con los fragmentos de audio, a la vez combinados con música de Alexander Mosolov, Arvo Pärt, Henry Mancini y Tom Waits. El diseño de sonido de Nick Sagar y Ella Wahlström sabe colocar siempre en el plano adecuado los audios en primera persona. El plano sonoro, así como la locución masculina o femenina nos muestran al artista visto por sí mismo y a la mujer que se lee a través de las palabras de él.

Finalmente, que la visita de Wilson y Baryshnikov marca un momento definitorio de nuestra cartelera es indiscutible. Que sea con este espectáculo, todavía más. Ya inmersos en locura, y más teniendo en cuenta que el primero controla todos los aspectos del espectro teatral (inclusive la administración de empresas), su decisión de permanecer con nosotros durante unos días nos acerca a la culminación de ese sueño (im)posible que supone que Wilson se decida a montar aquí un espectáculo. Algo que supondría un gran encuentro para nuestro aquí y ahora escénico.

Crítica realizada por Fernando Solla

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES