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22.06.2017 Críticas  
Apoteósica ofrenda en el Mercat de las Flors

Imagina la fiesta de tus sueños. Sola, accedes a la frondosidad del bosque. Una luz negra invade el territorio. Se escuchan voces. Advienen cantos. Sientes la cercanía de un verbo, que se adentra en tus sienes. De repente una mano roza la tuya. Dorso sobre palma. Os aproximáis a lo que parecen ser partículas de sonido habitando la nada.

Iniciando el recorrido te percatas de que la tierra expide destellos de hormigón y que la flora se disuelve en discursos de otros tiempos. Se escuchan beats de techno que se adecúan al ritmo de verbos que creías perdidos. Rapsodas humeantes dan paso a un vaticinio.

Imagina que el cielo azabache se fundiera en la luna de plata y de la mano descendieran a una gran explanada donde cientos de aves batieran sus alas. Qué digo aves, digo peces. Qué digo peces, digo aves: me refiero a seres híbridos agitando sus extremidades en una era: en una estepa gaseosa donde la feminidad da cabida al fruto y a una batiente sensorial hasta el infinito.

Esta ruta en la que me adentré se llama épica. Una travesía dirigida por el bailarín y coreógrafo Aimar Pérez Galí. Formé parte de un estallido de libertad y de una forma de concebir la danza desde la horizontalidad. Formé parte de la obra, junto al resto de asistentes que, danzaban, saltaban, liberaban toxinas a ritmo de la pieza de techno que Okkre aka Uge Pañeda -mitad del proyecto de música experimental LCC-, preparó para la ocasión tras meses de investigación y una estancia en la residencia artística El Graner, junto a los bailarinxs Almudena Pardo, Miquel Fiol, Mar Medina y el propio Aimar Pérez Galí, que también ofreció su despliegue particular de ritmo y movimiento en la sala MAC del Mercat de Les Flors.

No exagero si tildo a épica de excelente. Tuve la oportunidad única de perderme en un no-lugar, en una fiesta perfecta en la que sentirse segura a pesar de la tenebrosidad que al inicio de la pieza se pudiera llegar a intuir. Caes en la cuenta de que épica es un homenaje a los new social movements de los 70 y al feminismo, cuando percibes al trasluz del impecable techno de Uge la voz en off de María Salgado (emoción) o de Angela Davis, Anohni, Paul B. Preciado, John Cage, Nina Simone o voces representando textos de Vandana Shiva, Laurie Anderson, Louise Bourgeois o M. NourbeSe Philip.

Tuve la oportunidad de vivir una experiencia extrasensorial, en la que cuatro bailarinxs dinamizan el ambiente en la pista, entremezclándose enfundados con unos acuosos trajes de látex (diseñados por Xevi Fernández) entre nosotros, lxs asistentes, que desde el momento en que pisamos la pista de baile, comprendimos que tendríamos un papel fundamental en la obra. La iluminación, a cargo del estudio Cubez.bz, y la intervención arquitectónica a la sala de la mano del colectivo MAIO también fueron piezas clave para que podamos dejar constancia que épica fue una experiencia inolvidable.

épica formó parte del conglomerado de activades de la última edición de Sónar 2017.

Crítica realizada por Lucía Morales

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