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16.01.2017 Críticas  
LA NIT D’HELVER, limpiando la culpa

En el Àtic 22 del Tantarantana podemos ver la última adaptación (la penúltima fue en el Grec 2015) del texto de Ingmar Vilquist LA NIT D’HELVER, una obra descorazonadora sobre la culpa, la soledad, el peso de la responsabilidad y la profunda estupidez humana.

En un desvencijado y oscuro salón, con solo una minúscula ventana al frío y ruidoso exterior, Karla (Alba Florejachs), nerviosa y agotada, espera a que alguien llegue. Helver (Sergi Torrecilla), un niño en cuerpo de adulto con una clara deficiencia mental, vestido de uniforme militar le cuenta a Karla a revuelta que acontece en la calle. Dada su personalidad infantil define sin ambages ni sesgos lo sucedido, parece ser que nos encontramos en un país centroeuropeo en el cual hay una dictadura que persigue a los que son diferentes (desde el bando agresor se les conoce como “carroña”). Su narración es la de un niño, no miente, relata los hechos tal y como son aunque no los comprenda en su totalidad ni sea capaz de ver la intolerancia de los actos de sus amigos y vecinos, pero su medio madre medio hermana sí. Karla es completamente consciente de todo y pese a que no le motiva a seguir al rebaño tampoco le intenta hacer comprender su error. Sabe que es mejor seguirle un poco el juego porqué le quiere, porqué no sería capaz de entender la mezquindad humana y porqué aunque Helver sea como un niño, es un hombre y físicamente no puede plantarle cara.

LA NIT D’HELVER no trata sobre el miedo que le tiene a alguien más fuerte que ella ni mucho menos, pero es un punto que queda claramente remarcado en un pasaje de la obra y vale la pena reseñarlo. Lo verdaderamente importante y uno de los ejes centrales en torno a los que gira la representación es el amor que siente Karla por Helver, un amor más definido bien avanzada la obra, y como intenta protegerle de lo que está por venir. Él no sabe que pertenece a la “carroña” que tanto ha ayudado en patear ni que el grupo por el que tan alegremente ondea la bandera tiene una política xenófoba.

Karla tiene dos obsesiones una es cuidar de Helver y conseguir que huya y la otra es purgar la culpa que le pesa por un echo que aconteció en un pasado guardado en el interior de su alma y de una caja de madera. Hizo una sacrificio por amor y en esta noche, tanto de Helver como de Karla, tendrá que volver a hacerlo; esta vez desde un punto de vista mucho menos egoísta.

Como es habitual en la obras presentadas en Àtic 22 la economía de medios es clara, pero su buena utilización también. No hay poco decorado y atrezzo, hay el necesario. Nada es superfluo e insustancial, solo hay elementos que ayudan a avanzar la narración. La escenografía puede ser catalogada por algunos como desangelada o incluso amateur pero para mí es un valor añadido. No hay que contar una historia con todos los elementos que se disponen, hay que contar con los elementos que necesita la historia.

Los actores rayan a buen nivel, jugoso es el papel de un muy buen Sergi Torrecilla, hiperbólico, infantil, alocado y nervioso; y Alba Florejachs con matices más sutiles y emoción contenida hace una gran interpretación.

No todo son alabanzas ni mucho menos, la obra está un poco alargada y tiene varios problemas de guión, que no de representación: conversaciones que son para el público y no para los personajes (a santo de qué le explica Karla a Helver como lo encontró abandonado si ya se lo habrá contado anteriormente. Helver no entenderá las cosas pero en ningún momento se ha dicho que no las recuerde, más bien lo contrario) o una traducción demasiado académica del texto original (el catalán que hablan es demasiado culto y formal para dos personas de clase media-baja, a tenor del lugar en el que viven).

Independientemente de ello es una obra interesante e interpretada con un rigor que bien merece una oportunidad.

Crítica realizada por Manel Sánchez

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