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16.12.2016 Críticas  
MEMORIA DE PEZ ROJO: poética de un fracaso

Una extraña obra se cuece en el pequeño teatro Tantarantana. De carácter multidisciplinar y con una puesta de escena para nada ortodoxa, MEMORIA DE PEZ ROJO toma un camino sinuoso, arriesgándose por la más pura experimentación en las artes escénicas.

El VII Ciclo de Compañías en Red lleva desde el pasado Septiembre mostrando en el teatro Tantarantana obras de pequeñas compañías españolas y latinoamericanas independientes, pequeños bocados de un teatro underground con apuestas ambiciosas dentro de los pequeños escenarios. Entre estas obras se encuentra MEMORIA DE PEZ ROJO, de la compañía A poc a poc (México, que no os engañe el nombre). Tal y como reza su descripción, la obra pretende ser “un espacio para reflexionar” a través de un monólogo que incluye también momentos de danza, de pintura y de variedad musical.

A pesar del evidente protagonismo que lleva el pez rojo que da nombre a la obra y cuya pecera es el punto central donde revuelve todo el movimiento y la semántica del monólogo, el motor de la obra y el que despliega la variedad disciplinar es Él, el protagonista masculino cuyo nombre desconocemos y que nos explica su curiosa relación con su pez Euclides. Al principio, poco conocemos de este personaje salvo el afecto y preocupación por mantener su amistad con el pez, pero a través de su descripción de esta relación y de cómo se conocieron se va definiendo el personaje: un hombre que ha perdido su camino en la vida y que, a pesar de su empatía, se encuentra desconsolado por su fallida trayectoria vital.

El lenguaje de la obra, aunque algo recargado y confuso, sorprende con pequeñas perlas, como el hecho de que el artista se nos presente desnudo y con un gorro rojo porque de esta manera no haga sentir diferente al pez y le permita “sentirse como en su pecera”. Pero si un tema predomina en la obra es la idea del fracaso: el personaje es un esperpento del ser humano, un ser sin objetivo y sin victorias, un “chiste malo”. Por mucha comprensión que demuestre, y por mucha sensibilidad artística de la que él es consciente (en un momento dado es capaz de explicar las normas del ajedrez mediante movimientos de baile), el personaje navega a la deriva como un barco sin rumbo. De ahí proviene la letanía que Él repite continuamente: “quién pudiera tener memoria de pez para poder olvidar mis fracasos”.

Aunque el mensaje de la obra es interesante e invita a reflexionar, el diseño y la estética de la obra son marcadamente experimentales, tal y como se espera de obras de este género de teatro, por lo que su verdadero valor seguramente estará reservado al público más afín a este nicho. Con esto no quiero decir que MEMORIA DE PEZ ROJO sea una obra pobre o poco trabajada: la programación de las luces y de la música, el trato del texto y el lenguaje no verbal están cuidados como es de esperar en una obra profesional, pero uno tiene que ir preparado y hacer un esfuerzo consciente de querer adentrarse en esta obra y en sus peculiaridades. Podríamos entrar en una discusión sobre la idiosincrasia de las artes escénicas y las diferencias entre el teatro de autor y el teatro más mainstream, pero quizás otro día.

Crítica realizada por Rubén Recio

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