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01.12.2016 Críticas  
La poética y esencia didáctica de un autor épico

El Teatre Akadèmia convierte sus bancos en pupitres y a los espectadores en alumnos para una clase magistral organizada a partir de poemas y textos de Bertolt Brecht. El espectáculo se representó originalmente en el Salón Diana de Barcelona, a finales de la década de los setenta del siglo pasado, girando por toda Cataluña.

En su momento fue Feliu Formosa, también traductor, el encargado de interpretar esta selección que, para la ocasión, se ha adaptado a un punto de vista totalmente actual. Carles Grau firma la dirección y la dramaturgia, así como la escenografía y la iluminación. La decisión de situar la acción en un aula redimensiona todo el conjunto, creando cadenas y puntos de unión entre forma y contenido de manera extraordinaria.

Como decorado, una pizarra partida en tres en la que el único intérprete (el maestro) escribirá el temario de la función. Catorce títulos, correspondientes a fragmentos de escritos o poemas de Brecht. La iluminación se usará sutilmente para marcar la intimidad o implicación del auditorio, puesto que en un aula, los verdaderos protagonistas son los alumnos, por tanto, los espectadores. Será el profesor (el actor) el encargado de trasmitir toda su sabiduría para conseguir obtener personas más formadas, con espíritu crítico y, quizá, mejores. La sala entera se convertirá en escenario y la ruptura de la cuarta pared se realizará a forma de dictado, evitando que asistamos a un monólogo lineal.

Convertir el espacio en un aula magnifica su función didáctica, algo que no puede ser más alegórico de la intención de Bertolt Brecht y su teatro. La idea es, en sí misma, genial. El resultado de su puesta en escena, todavía más. La cadena entre actor como transmisor de las palabras de un autor, convertidos en profesor(es) de unos espectadores transmutados en alumnos… La ruptura de cualquier tipo de convencionalismo en lo referente a la emisión y recepción de un mensaje es, sin duda, algo que todavía hoy en día, podemos considerar como revolucionario. Hasta aquí, la labor de Formosa y Grau como transmisores brechtianos es excepcional.

La selección de textos es ideal para mostrar el progresismo del autor original a día de hoy y no como un mero ejercicio arqueológico. De este modo, la actualidad de la propuesta no es tanto una finalidad como un elemento intrínseco a su misma representación. Un lujo poder escuchar y compartir en esta sala estas palabras que generan debate al mismo tiempo que son pronunciadas y dejan poso que no se olvida al salir. Lección aprendida. Éxito rotundo.

Òscar Intente favorece con su interpretación la vigencia y actualidad del material que recita. Su dicción es precisa y perfectamente adecuada al formato educativo de la propuesta. El actor aporta un matiz algo descreído o condescendiente sin llegar a resultar nunca prepotente. Y este detalle aporta una nueva cadena. La recreación de la figura de ese profesor que siempre repite su discurso, clase tras clase, y cada vez confía menos en el calado de sus enseñanzas, pero nunca renuncia al sonido de las ideas verbalizadas, se vinculará con la del intérprete como transmisor de unas ideas que podría preguntarse qué sentido tiene ponerse al servicio de un autor función tras función y qué es lo que queda una vez el público abandona la sala. El uso de la metáfora que el intérprete realiza a través de dibujos o ideogramas en la pizarra están perfectamente integrados, en ritmo y contenido, con el material que compone el corpus narrativo de la función.

Finalmente, otra de las características del teatro de Brecht era poder poner sobre la mesa los dilemas comunes en la sociedad traspasando las fronteras del ocio. De nuevo, si el objetivo era ese, el resultado obtenido es de matrícula de honor. Cum laude.

Crítica realizada por Fernando Solla

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