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16.05.2018 Críticas  
Rebeldía: educación, responsabilidad y posicionamiento

La Sala Beckett acoge la puesta en escena de Distància, un texto de Roger Torns que conocimos la temporada pasada en formato de lectura dramatizada. El autor es también director de una pieza que resulta especialmente relevante tanto por la adecuación entre forma y contenido como por el ritmo y buen pulso de las interpretaciones y el desarrollo de los personajes.

Si tuviéramos que destacar un punto fuerte en las dramaturgias de Torns este sería sin duda su capacidad para encontrar la forma ideal y más adecuada para lo que quiere explicar. Su discurso se puede analizar y recibe su mejor empoderamiento a través de la adscripción a un tono preciso y elaborado que lo incluye todo en la puesta en escena. En las últimas semanas lo hemos podido comprobar con “Hàbitat (doble penetració)” y ahora con Distància. Esto supone un valor añadido nada desdeñable y un factor que lo distingue y propicia que sus trabajos nos estimulen y comprometan de un modo especial. El sentimiento de pertenencia y responsabilidad de los implicados se expande y divulga a través del clima dramático hasta compartirse con los espectadores.

Educación, formación, rebeldía, lazos familiares, barreras ideológicas, responsabilidad individual en la toma de decisiones, condicionamiento social e ideológico, estructuras del poder dominante aplicadas tanto al ámbito consanguíneo como al profesional, patrones preestablecidos de adoctrinamiento social… El papel, posición y responsabilidad del docente y su situación en el mismo o distinto escalón del que ocupa el alumno. Roles intercambiables en función del contexto. Tras su doctorado, una docente recibe la oferta del director de un instituto privado para dar clases de ética. Un vídeo público en redes sociales como detonante. Desarrollo profesional en punto muerto frente a la responsabilidad filial ¿autoimpuesta?

Capas y capas que se intercalan hasta mostrar y evidenciar las aristas y recovecos de los discursos de los tres implicados. Especialmente bien hilvanadas las dos tramas que viven los protagonistas. La laboral que se ve en escena y la familiar que explican los personajes. Y muy acertada la introducción de títulos referenciales y fundacionales de la literatura universal como condicionantes y formateadores de una manera de entender y construir las sociedades que hemos venido después y, a la vez, como aliados a los que recurrir en momentos de necesidad. También la transversalidad de la cuestión de género. Incluso la duración de la pieza, una hora, podría asimilarse a la de una clase de la materia planteada. De nuevo, contenido y continente en constante y muy feliz convivencia dramática.

La escenografía e iluminación de Alejandra Lorenzo y Albert Ventura siguen en esta misma línea. Muy acertada la opción de que todo transcurra en un despacho y que este se sitúe en mitad del espacio vacío de la sala. El dentro y el fuera están muy bien representados. La pared de pizarra vacía o borrada sobre la que impactarán y se lanzarán libros ofrece una estética muy adecuada. Los dibujos de la parte superior reflejan con plasticidad la carga alegórica, simbólica e ideológica de todo lo expuesto o evocado de algún modo en el texto explícito e implícito con una plasticidad muy bien hallada (los miedos, leyendas…). Los cambios de iluminación propician la progresión entre escenas sin que los intérpretes tengan que moverse del espacio. Su posición durante estas transiciones recogerá de algún modo su estado o reflejará la carga o peso de lo sucedido en la escena inmediatamente anterior. Un trabajo en apariencia sencillo pero muy bien desarrollado.

Las interpretaciones saben jugar con este movimiento por el espacio. La espontaneidad era necesaria y se ha conseguido pero las ideas y el texto también se transmiten con firmeza y claridad. Personajes que se mojan y que sin sentar cátedra ni imponerse al público sí que se desarrollan con total coherencia hacia esas mismas ideas que los han ido construyendo y configurando ante nuestros ojos. ¿Manipular o educar? ¿Hay diferencia? ¿Qué lugar queda para la persuasión y la argumentación? Personajes no lineales y con dobleces (y que evolucionarán tanto en sus acciones como en su ideología durante el tiempo que comprende la función) que especialmente en el caso de Alba Florejachs se nos mostrarán en su totalidad. Un muy buen trabajo que nos transmite las dudas, la rabia y la incertidumbre y que nos sitúa siempre en los límites por los que transitan todos ellos. Jose Pérez Ocaña aporta matices y va abriéndose a distintos registros a la vez que lo hace su personaje y Laura Daza se transforma por completo en esta hija, alumna y proyecto de adulto que imita y se rebela buscando su propia identidad. Su trabajo vocal incluye y transmite con sensibilidad el contenido musical, firmado por ella misma y también por Torns.

Finalmente, sorprende la aparente facilidad con la que Torns consigue expresar la complejidad y diversidad ideológica ante una problemática muy bien identificada. Siempre poniendo el foco en el tema elegido, parte de un trabajo que muestra las ideas a través del texto pero no de un modo discursivo y sí a través de personajes con una construcción férrea y muy coherente. Que se posicionan y toman partido (la escena final es perfecta). El dominio de todos los factores que forman parte en la puesta en escena redondea una pieza que encuentra en el espacio de la Sala de Dalt la atmósfera idónea y el marco óptimo para su representación.

Crítica realizada por Fernando Solla

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