novedades
 SEARCH   
 
 

29.09.2022 Críticas  
Larga vida a la reina

El Teatro Español de Madrid presenta Queen Lear, obra con dramaturgia de Juan Carlos Rubio en colaboración con Natalia Menéndez a partir del texto de Shakespeare. La tragedia clásica adquiere en esta versión libre una dimensión femenina que aporta una nueva perspectiva a la reflexión del original sobre el ejercicio del poder y la traición filial.

Juan Carlos Rubio ha hecho mucho más que adaptar el texto o traspasar el protagonismo de un hombre a una mujer. Ha presentado una versión más cruda que el original shakesperiano. Los personajes y tramas secundarios desaparecen para destilar la historia principal en su esencia, alrededor del elenco femenino compuesto por la reina, sus hijas y la Condesa de Kent, que, junto a Lear, es el único personaje que cambia de género.

Lear es una monarca cansada que decide abdicar y repartir su reino entre sus tres hijas, Goneril, Regan y Cordelia. En retribución a su gesto solo pide una muestra de amor filial prometiendo que su recompensa será proporcional al afecto recibido. Goneril y Regan se postrarán a sus pies con indisimulada hipocresía pero Cordelia, será sincera y se negará a participar en el juego de halagos y lisonjas de sus hermanas. Esto será percibido por la reina madre como una ofensa, que cegará su juicio y la empujará a repudiar a su hija menor que sin dote será acogida por el Rey de Francia. Lear repartirá entonces su reino solo con sus dos hijas mayores, imponiendo ciertas condiciones y sembrando el germen de su propia desgracia.

La raíz original del drama se mantiene íntegramente. También aquí, encontramos la ceguera de la reina ante la honestidad y la sinceridad de Cordelia, el orgullo, la ira, el abrupto despertar cuando descubre la traición y la progresiva caída en la locura y la desesperación. Sin embargo, autor y directora han querido sembrar la esperanza que otra forma de poder es posible; algo que parece reivindicarse a través de Cordelia. No obstante esta versión merece una objeción pese a sus numerosos aciertos. Su final es precipitado y carece de la intensidad dramática de su original. Hay algo en los parlamentos finales, quizá el sumarísimo resumen conclusivo, que impiden abandonar la función con una sensación de auténtica plenitud.

Más allá del interés que propicia esta perspectiva del texto clásico, la dirección de Natalia Menéndez cristaliza en un montaje donde las interpretaciones sobresalen. Mona Martínez construye con elegancia un personaje complejo que sin embargo no tiene una especial femineidad. Lear es simplemente Lear, más allá de su género. De hecho, la voz grave de la actriz dota de una severidad recia a la iracunda y poderosa reina aunque logra quebrar de forma gradual esa reina hacia la simple mujer perdida en la tormenta en la que solo encuentra la gloria de sus propios errores.

Junto a ella, Beatriz Argüello, como la Condesa de Kent y el bufón, nos sirve los momentos más sobrecogedores. Su presencia en escena es magnética y luminosa, tanto en los parlamentos como en los silencios. Su forma elegantísima de decir el texto viste a la condesa de una gravedad sobria y rica en recursos. Sus interacciones cara a cara con Mona Martínez son de sincero embeleso.

Por su parte, Sara Rivero (Goneril), Marta Guerras (Regan) y Amaia Sagasti (Cordelia) interpretan con abundantes matices a las tres hermanas. A ello contribuye también el vestuario de Alberto Valcárcel. Su propuesta para los papeles femeninos es soberbia. Los colores, siluetas y texturas de los vestidos de Lear y sus hijas subrayan sus respectivas personalidades. Los diseños son vagamente atemporales, hay sugerencias griegas, medievales y decimonónicas pero todas conviven de forma armónica y coherente.

Finalmente dos actores completan el elenco interpretando los dos únicos personajes masculinos que el autor ha preservado y que son, por otro lado, indispensables para la evolución de la trama. De un lado Lander Otaola, como el bastardo Edmon y, por otro, Alberto Jo Lee como el Rey de Francia.

La escenografía diseñada por Alfonso Barajas es versátil y minimalista. Su apuesta por los colores tierra potencia esa sensación de óxido y ruina que persigue a Lear y que la iluminación Luis Perdiguero potencia. Por último, el apoyo de la videoescena compuesta por Pedro Chamizo y el espacio sonoro de Luis Miguel Cobo, generan atmósferas que, sobre todo en el tramo final, elevan el dramatismo.

Queen Lear es una reflexión sobre la ambición, la traición y el poder que encuentra en esta versión una perspectiva diferente. Un montaje de gran belleza que apela a un lenguaje escénico contemporáneo sin perder por ello su clasicismo y que se apoya en un elenco sobresaliente en el que brillan con luz propia Mona Martínez y Beatriz Argüello.

Crítica realizada por Diana Rivera

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES