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04.03.2022 Críticas  
Clase de historia

Trece años después de que Javier Cercas se convirtiera en un superventas editorial y cuarenta y uno tras los disparos en el Congreso de los Diputados, Àlex Rigola estrena en el Teatro de la Abadía de Madrid su particular visión sobre los protagonistas y sucesos de aquel día en 23-F. Anatomía de un Instante.

El teatro es una buena forma de abordar preguntas que nos obsesionan y darnos la oportunidad de responderlas con la profundidad, calma y reflexión que la vorágine de la actualidad informativa no nos permite. Hoy nadie se acuerda de la campaña electoral de hace tres semanas ni del líder con pies de barro de hace dos, pero como bien señala Miranda Gas en un momento de la representación, todos lo que ya tienen una edad recuerdan cómo siguieron en directo el momento en que un señor con tricornio y bigote gritaba “¡Quieto todo el mundo! ¡Al suelo! ¡Se sienten, coño!”. Sin embargo, y como ella misma desmonta acto seguido, eso no fue posible porque la retransmisión en vivo fue por radio, y nunca por televisión.

La crisis económica-financiera que España inició en 2008, y que no hemos cerrado porque la brecha de desigualdad social que esta causó aún está por resolverse, nos ha llevado a analizar, detallar y auditar una y otra vez, y desde diferentes prismas, cómo se ha construido el modelo de país en el que vivimos. Su inicio está en la llamada transición que se inició el 20 de noviembre de 1975 y que se supone finalizó con el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981. Se nos ha dicho que en aquella histórica jornada hubo quien intentó que volviéramos al imperativo militar de la obediencia al régimen nacionalcatólico. Y que como no lo lograron, se consolidó el camino del progreso del que debemos sentirnos orgullosos y copartícipes.

Javier Cercas atravesó en 2009 aquella versión oficial en un ejercicio literario que levantó ampollas. Aunó en un único ejemplar un cúmulo de pequeños hechos, encuentros, conversaciones y confesiones que, aislados uno a uno podrían parecer menudencias, pero que unidas, cruzadas y relacionadas se convertían en una propuesta verosímil de la trastienda del poder. Ese ejercicio de identificar, relacionar y articular una posible historia de lo que quizás fue, o no, es al que ahora han dado forma dramatúrgica el propio Cercas y Àlex Rigola.

El resultado es un texto concebido para compartir una historia, para narrarla más que representarla. Y a partir de la cual, el propio Rigola ha diseñado una propuesta escénica que pretende generar una atmósfera sugerente y envolvente, en la que adentrar a su público y hacerle viajar con didactismo y momentos de comicidad ligera. No niega el dramatismo y tampoco elude la tragedia, pero tiene claro que la mayoría de nosotros ya estamos, en mayor o menor medida, al tanto de lo que nos relata. De ahí que en su ánimo no está informar, sino analizar.

Con antecedentes como la adaptación que realizó de Un enemigo del pueblo en 2018 en el Teatro Kamikaze, en el que involucraba a toda la platea desde el minuto uno, 23-F promete. Pero no convence. No deja de ser una exposición didáctica con buenos medios técnicos, he ahí la correcta escenografía de Max Glaenzel, el diseño de vídeo de Amanda Basqué y lo resueltos que están en su cometido mediador Pep Cruz, Eudald Font, Miranda Gas y Roser Vilasojana.

Pero resulta demasiado obvia su intención, más caricaturesca que crítica. Bastan detalles como la canción de Rigoberta Mandini o la marioneta-figura del emérito, con aires de aquella de Franco firmada por Eugenio Merino que apareció refrigerada en una edición de la Feria Arco. A los que coincidan con su punto de vista este montaje no les aporta nada nuevo. A los que opinan diferente no les da ni un solo argumento para plantearse la posibilidad de otras tesis. No deja margen a la reflexión ni al debate. Se limita a acusar, juzgar y condenar, que cantaba Fangoria.

Crítica realizada por Lucas Ferreira

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