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18.11.2019 Críticas  
Cuestionable destino

Uno de los supuestos platos fuertes de la temporada del Teatro Español, llega ya a la cartelera: Ecos (Echoes) de Henry Naylor, con Silvia Abascal y Nur Levi, como testimonio de dos mujeres sometidas al yugo de la religión y el machismo.

Tillie (Silvia Abascal), viaja con un billete gratuito de ida, al Kabul de finales del XIX, para casarse con un oficial del ejército británico. Samira (Nur Levi), decide mudarse al Califato Sirio en la actualidad, para contraer matrimonio con un fiel a la causa del Estado Islámico. Dos mujeres independientes que han tomado muy malas decisiones, coinciden en el fondo de una piscina abandonada, desde la que nos relatan su historia.

La sombra de Pandur es alargada, y más cuando nos enfrentamos a un proyecto en el que se encarga de la dirección su hermana, Livija Pandur, de la asesoría literaria, su sobrino Tibor Pandur; la música es de SILENCE (Primož Hladnik y Boris Benko), y del vestuario y escenografía, el siempre magnífico Felype de Lima, con el que colaboró en sus Faust y Fausto. Todas estas referencias, para mi, actúan como una losa que cae sobre mi cabeza, al enfrentarme a Ecos desde el patio de butacas del Teatro Español, y no ayudan ante la evolución tan lastrada que tiene este montaje, cuya narración es demasiado pesada, escasamente natural, y adolece de poco interesante y difícilmente empática. Esta me gustaría que fuese la última referencia al maestro Pandur, pero aún queda una por delante, que tengo en mente.

Entiendo todo lo que Ecos me quiere contar, transmitir, hacerme sentir, y reflexionar, pero, como el propio eco, el mensaje no logra superar la persistencia acústica, y mi cerebro no interpreta el mensaje emitido y el reflejado como el mismo. Es tan premeditado todo, y el drama, tan gratuito, que la audiencia (opino) lo recibe como una clase aburrida de feminismo y ejemplos de opresión machista y sumisión a los modelos patriarcales de las sociedades de finales del s. XIX, o la que viven todas las mujeres en el Estado Islámico, muy manidos y fáciles. La bellísima envoltura de Ecos, oculta en su interior una vacuidad apabullante.

Henry Naylor, el autor, concibió su Echoes, como la segunda parte de una trilogía llamada “Arabian Nightmares”, abierta con The Collector (2014), seguida por esta Echoes (2015), y cerrada con Angel (2016), todas ellas aclamadas por la crítica y multipremiadas. Quizás en este contexto, la historia de Ecos gane empaque y sentido, más allá de ser autoconclusiva y nada difícil de seguir, pero la sensación que tuve durante toda la representación fue de dejà vu, y casi de culpar a los personajes por tomar decisiones estúpidas.

La historia de Tillie, es la más entendible y su drama es el más cercano y empático: esas caravanas de mujeres que se dirigieron Oriente, no sabían a lo que iban, más allá de querer cumplir con su papel de amantísimas esposas de matrimonios casi concertados, y se encontraron una realidad totalmente distinta, y siendo una pieza clave de la maquinaria opresora de una sociedad nativa, colonizada, saqueada y arruinada. La historia de Samira es la que en pleno s.XXI no considero concebible (y aún seguir ocurriendo), con todos los medios al alcance, siendo la educación la clave. Que esta joven deje su trabajo en un 7 Eleven para ser la fregona de un macho opresor sirio, me cuesta entenderlo, y más, cómo ella se sorprende cuando su vida doméstica pasa por visualizar videos de decapitaciones en Youtube, vivir en una ciudad asolada por la guerra, y formar parte de un harén infame.

La traducción de Gonzalo de Santiago cojea, con traducciones literales de expresiones que chirrían al castellano, o pronunciaciones meramente british, que en los labios de Abascal y Levi me hacen sangrar los oídos (por favor, Ipswich hay que pronunciarlo bien antes del 1 de diciembre). La dirección de Livija Pandur es correcta, rozando lo academicista, y Silvia Abascal y Nur Levi, cumplen a rajatabla con lo que se les ha marcado, aun sabiendo que de ambas se puede sacar mucho más. Felype de Lima es la gran baza de todo Ecos y su seco purgatorio, en forma de piscina, es brillante, excelso y genial, aunque lo que se cuente en él sea aburrido y completamente predecible.

Este Ecos, es una hermana menor de Julieta y Ofelia: Suicidas de toda la vida, de Aarón Lobato y Julio Rojas, que tanto éxito tuvo en Nave 73 durante su programación, y en el que el propio De Lima también colaboró, y cuya idea no dejaba de resonar en mi cabeza durante los largos 90 minutos de Ecos, y ya en su día mencioné haber visto el legado de Pandur sobre el escenario y un muy buen proyecto que comparte lo principal de este, pero magníficamente ejecutado: dos mujeres cuentan su historia, sometidas al protagonismo de la figura masculina, cuando la fortaleza de estos mismos, pasaba por ellas, y su lugar en la historia ha quedado asociado a ser las “mujeres de” y no los nombres propios que las identifican, como son aquí Tillie y Samira.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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