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16.09.2019 Críticas  
El inmenso vacío

El patio del Teatro de la Abadía acoge el texto de Simon Stephens, Sea Wall. Texto breve, duro, inmenso. Dirige Carlos Tuñón a Nacho Aldeguer en una propuesta intima, en la que la cercanía del actor con el público crea esa magia que puede incluso abrumar. Un reducido grupo de espectadores en un solo aliento.

Carlos Tuñón se está especializando en hacernos vivir experiencias que van más allá de la asistencia al teatro. La cuidada elección de algunos de los proyectos en los que se embarca se saldan con propuestas que zarandean al espectador. Esto ocurre con Sea Wall. Simon Stephens, artífice de la aclamada versión de El curioso incidente del perro a medianoche (que nadie debería perderse en el Teatro Marquina) firma un texto en apariencia sencillo, pero que poco a poco escarba en los sentimientos del espectador. Bucea en las profundidades del dolor, la culpa, la rabia y la impotencia ante el destino fatal. Un momento lo cambia todo, nada vuelve a ser como antes, sin importar lo sólido que pareciera nuestro mundo. Sea Wall provoca una reflexión terrible y dolorosa.

Hay un ambiente reverencial en el patio de la Abadía. Veinte sillas aguardan a los veinte espectadores que no volverán a ser los mismos después del espectáculo. Nacho Aldeguer metido en el personaje de Álex nos retratará con su polaroid, nos pedirá que cerremos los ojos y que pensemos en un momento especial de nuestras vidas. En lo que tarda la Polaroid en revelarse nos contará su historia. Sentado frente a nosotros, a poca distancia, con los ruidos de la calle a lo lejos, la noche que poco a poco se adueña del espacio. El frescor otoñal que se va abriendo paso después del sofocante verano. Por momentos me pareció estar ante un querido amigo al que no veía hace años. De esos amigos muy amigos que a pesar de no verte a menudo, cuando te juntas con ellos el tiempo no ha pasado. La conexión es inmediata y hay un deseo sincero de saber el uno del otro. Esa sensación tuve escuchando el relato de Álex. Un relato en el que se intuye que algo importante aguarda. Algo ha pasado en la vida de Álex. Él no es el mismo, hay un vacío, un dolor que se palpa, un desgarro en la voz. Surge de la profundidad del mar, y cuando sale, es imparable.

Nacho lo cuenta con relativa facilidad, pero cuando queremos darnos cuenta nos ha atrapado y no nos piensa soltar. El golpe final, la revelación del hecho, la verbalización de la impotencia nos deja arrasados. No es un espectáculo fácil y Nacho lo defiende con elegancia y aplomo (incluso cuando algún espectador tiene que abandonar, afectado por la impresión causada).

Sea Wall deja en el aire una sensación de caída libre. No se sabe muy bien que hacer una vez Álex ha terminado su relato. Respirar hondo y mirar al cielo es la opción de algunos, otros miran al suelo. Alguno mira su retrato y se descubre en un momento pasado. Un momento que ya no volverá. Un momento en el que todo puede cambiar.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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