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21.01.2019 Críticas  
El eterno viaje

Dos oportunidades más quedan para acercarse por Nave 73 para emprender el viaje que propone Se Busca, un camino de vuelta al hogar, a las responsabilidades, y al autoconocimiento, mientras nos cruzamos con Indiana Jones, Khaleesi, y dioses sin apellido en forma de pájaros disecados.

Regresar a casa, a Odiseo se le hizo bola, pero aún más a Penélope tener que afrontar la vuelta de un marido que llevaba veinte años fuera de casa guerreando y living la vida loca. Siendo este uno de los múltiples puntos de partida de Se Busca, nos preparamos para asistir a una disertación magnífica, apoyada en textos de Calderón de la Barca, y María Crespo, sobre el viaje que es vivir. Porque aquí se habla sobre la vida, de lo que queremos de ella, esperábamos, y realmente nos hemos encontrado, donde se hace palpable que «los sueños, sueños son» y que quizás ese carácter mágico de meta ideal de estos sueños, no es mas que la excusa para disfrutar del camino intentando llegar a ellos.

Miss Panamá aclaró al mundo entero que Confucio inventó la confusión, y esta es la misma sensación con la que yo aún me encuentro tiempo después de haber visto Se Busca. Quizás ella misma, y su lucidez y clarividencia puedan llegar a aclararme todas las dudas que me surgen cada vez que intento abordar la lluvia de balas en forma de forma de conceptos difícilísimos (para mi, claro está) que Itxaso Larrinaga y Mariano Estudillo dirigen contra el espectador, como dos Kalashnikövs, que al igual que el propio rifle, puede seguir disparando a pesar de ser lanzado al barro, sumergido en agua o atropellado por una camioneta. Porque esto es lo que hacen estos intérpretes, vapulear a la platea a golpe de referencia pop y planteamiento filosófico.

Fantástico es el resultado y todo lo que consigue remover en uno mismo este texto, que va tejiendo un entramado con forma de constelación, nada lejana, pues todos los planetas que la forman, están justo a nuestro lado, o a un golpe de pantalla táctil. Itxaso Larrinaga está magnífica como cualquiera de los personajes que interpreta, con naturalidad y verdad; Mariano Estudillo transmite una fragilidad realmente emocionante, donde uno ya no sabe si está viendo una interpretación o un relato autobiográfico, porque él lleva el peso de esa historia de recuerdos y miedos en un Madrid troyano, cruel y magnético.

Solamente haber recreado la vuelta de Ulises a Ítaca, por la intensidad con la que Mariano e Itxaso representan ese breve fragmento en la obra, hace que uno muera de ganas de que afrontasen un proyecto sobre ese reencuentro de un hombre roto, mimado por una mujer que cree que ya no le ama. Es magnífico y emotivo ese momento de intimidad con una intensidad milimétricamente medida e interpretada. Me quedo corto queriendo condensar todo lo sentido, en esta entrada, sin soltar una chapa infumable y cayendo en divagar; creo también que es la crítica más dispersa que he escrito, pero es que aún sigue mi mente dando vueltas a toda la lluvia de conceptos por asimilar.

La digestión de esta obra es lenta, y al menos yo abandoné la sala con la impresión de que Se Busca es «teatro para listos», aunque hasta la didáctica que tienen muchas de sus partes, es realmente inteligente. Asistir a la presentación de un libro de Circe sobre el amor líquido, acompañada por un popular ser, que roza lo mitológico, de la España cañí (no os quiero hacer spoiler), mientras disertan sobre la toxicidad en las relaciones, tomando como referencia una obra cumbre de la literatura adolescente contemporánea, hace que uno se arrodille ante María Crespo.

Si uno se fija atentamente, el secreto mejor guardado de Se Busca, está aquí, aunque quizás lo mejor sería acercarse a averiguar por uno mismo qué hay en la caja de música, y por la noche, hacer el saludo arqueado a las estrellas esperando que los aliens vengan a por nosotros.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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