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14.01.2019 Críticas  
El frontón herido

Hace casi dos años conocimos a Los Gondra. Representada en el Centro Dramático Nacional, la auto ficción narrada por el mismo autor le reporto a Borja Ortiz de Gondra no pocas satisfacciones, entre ellas el Premio Max a la mejor autoría teatral. Ahora llega al Teatro Español la secuela. Los otros Gondra es un montaje que remueve al espectador y lo emociona.

Los Gondra relataba la saga familiar del protagonista autor, remontándose a abuelos y bisabuelos. Desavenencias nunca resueltas, rencores y traiciones. Los otros Gondra nos trae a un tiempo más cercano. Borja llega a su pueblo, en el país vasco, después de años de ausencia a recoger un premio por la autoría de Los Gondra. Ese momento, ese regreso a la tierra será el acicate que le llevará a novelar el resto de la historia. En un maravilloso juego teatral saltaremos al 1985, a la boda del posteriormente fallecido hermano de Borja. A un encuentro en el frontón con la prima Ainhoa. Lo que ocurre en ese frontón cambiará para siempre la vida de todos ellos. Ainhoa marcará Juan Manuel en la pared del frontón. Las consecuencias de ese justificado acto para ella no quedarán en el olvido de las próximas generaciones, en las vidas de Los otros Gondra.

El texto escrito por Borja Ortiz de Gondra es como un bisturí que penetra emociones. Las frases que ha puesto en boca de su madre son de un lapidario granítico. La nunca ocurrida conversación entre la madre y la prima es puro dolor y rencor. No hay piedad por mucho que se anhele. El autor aclara, en el juego que propone al espectador, que hay auto ficción en el relato, pero está tan bien construido, las emociones están tan bien hilvanadas que definir que es ficción y que fue realidad es tan complicado como cerrar la herida abierta en el frontón.

En escena, precisamente ese frontón herido. Con una grieta irreparable, por mucho que se intente cerrar, siempre estará la cicatriz. Metáfora de la cicatriz que recorre el país vasco ¿Cómo se olvida? ¿Se puede olvidar y perdonar guardando silencio? Esa cuestión sobrevuela el montaje. Montaje iluminado por Juanjo Llorens y las proyecciones de Álvaro Luna que apoyan la maestría de Josep Maria Mestres que dirige con acierto a un elenco que brilla en todo momento.

Sonsoles Benedicto que ya estaba inmensa en el primer montaje, aquí borda a una madre de acero, de convicciones profundas, que suplica un abrazo en uno de los momentos más emotivos del montaje. Jesús Noguero que es el espejo del mismo Borja Ortiz de Gondra, que a la vez hace de sí mismo. Los dos en escena que son uno, excitante juego teatral. Lander Otaola, el malogrado hermano, simplemente está fantástico. Cecilia Solaguren, en un papel duro, lleno de dolor, de rabia, de frustración. Lo borda de principio a fin. Fenda Drame, el soplo de aire, la única sin sangre Gondra, la que puede cerrar (olvidar) la herida abierta en la saga.

La Sala Margarita Xirgu del Teatro Español se queda pequeña para contener todo lo que ocurre en este relato. Hay mucha verdad, mucha emoción, mucho silencio. Es todo tan real, tan de aquí, tan cercano, tan vivido. Los otros Gondra deja el vello erizado, deja esa agradable sensación de que el teatro es más que contar historias, el teatro puede cerrar heridas.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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