novedades
 SEARCH   
 
 

24.10.2018 Críticas  
La pérdida a través de la danza

Seguimos disfrutando del Festival Territorio Danza 2018 en Madrid. La Sala Cuarta Pared acogió tres únicas funciones de Seda, pieza coreografiada y dirigida por Carmen Werner, que reúne a bailarines de las compañías Provisional Danza y Organworks para reflexionar “sobre los efectos que nos causa la muerte de alguien” a través del cuerpo y el movimiento.

Ocho bailarines, cuatro de cada compañía y nacionalidad, en escena. Cuatro hombres de negro y cuatro mujeres de blanco transportan y cambian de lugar cajas de cartón, recuerdos, buenos y malos, sentimientos, formas de vivir, pensar y sentir, personas. Los intérpretes y bailarines (se) mudan constantemente, quedando conectados inevitablemente por el proceso del duelo, el aprendizaje personal y la gestión del dolor y los recuerdos y la posterior sanación. Destaca el contraste entre música y silencio, entre negros y blancos en movimiento, entre gestos violentos y sutiles, todos de gran belleza. Todo un montaje coral, introspectivo y multicultural que explora y fusiona el pensamiento y las tradiciones española y japonesa.

Al comienzo de la representación, un bailarín danza solo, en el más absoluto silencio, y una bailarina entra en escena para dejar caer arenillas en el interior de una caja. Ambos parecen ignorarse, pero el bailarín adapta sus movimientos a los tiempos en que la bailarina decide abrir ligeramente sus manos para dejar paso al puñado de arenillas, que, de vez en cuando, podrían resultarnos cenizas. Todo nos viene a decir que estamos conectados, que sufrimos ante la muerte de un ser querido de maneras diferentes, pero todos sufrimos, de una esquina a otra del mundo. Una bailarina japonesa susurra algo en su idioma mientras observa las torres de cajas, que una bailarina española se apresura a traducir en voz alta y clara: “Dice que las cajas están conectadas, como las personas, unas encima de las otras”. Cajas sin contenido, vacías, que podemos elegir llenar con nuestro dolor o nuestros recuerdos más preciados, o con los dos, en diferentes momentos, fases o tiempos.

Dentro de este proceso profundo, discontinuo, cambiante, solos, en pareja o en grupo, encontramos momentos propicios para la risa, especialmente durante la primera mitad del espectáculo. La causa de estos breves e inesperados momentos es el problema de comunicación o el paso de uno a otro idioma. Cabe mencionarse una de las primeras escenas en que dos bailarinas, una española y una japonesa, sostienen una torre de cajas cada una y una tercera, confusa, controla la comunicación. Si coge la caja que deja al descubierto la cara de la bailarina, ésta hablará en japonés y, si vuelve a dejar la caja en su sitio, tapándole la cara, cesará de hablar; si coge la caja que deja al descubierto la cara de la española, ésta traducirá al español lo que ha dicho la japonesa y, si vuelve a dejarla en su sitio, tapándole la cara, cesará de hablar. Se trata de un intercambio lingüístico de lo más divertido y particular.

Seda es una pieza de gran belleza, que nos traslada a un mundo interior, apenas transitado, que, sin palabras, nos habla de la muerte, los procesos que sufrimos y la conexión entre el ser querido que se ha ido y otros seres desconocidos. Construcciones con cajas que no terminan de encajar, luchas y bailes a golpes de ritmo, percusión y melodías melancólicas, arenillas y pérdida, mandarinas y ganancias, quizá recuperación. Un trabajo simbólico, un viaje hipnótico entre la vida y la muerte.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES