Tras su paso por Madrid, llega a la ciudad condal La tristeza de los ogros, la obra más relevante de Fabrice Murgia y ganadora del Premio del Público y Premio Télérama en el Festival Impatience 2010, que ya puedes disfrutar en el Lliure de Gràcia.
Murgia urde su trama alrededor de dos sucesos reales relacionados con adolescentes que tuvieron su culminación en 2006. Estos fueron sumamente mediatizados y crearon una gran impresión en la sociedad y un profundo impacto en el propio Murgia. Se trata del caso de Bastian Bosse, que irrumpió en su instituto para intentar matar al mayor número de personas para después poner fin a su vida y el de Natasha Kampusch, que logró escapar de su raptor tras haber pasado toda su adolescencia en un zulo. A través de la investigación hecha en torno a estos relatos, Fabrice Murgia elabora su discurso en el que aporta una realidad propia que trata sobre la adolescencia y su dureza, que poco a poco va acabando con el niño que llevamos dentro. La obra no había sufrido ningún cambio desde que su autor la firmara con la fuerza y la energía expresiva de un joven que tan solo tenía 20 años. Sin embargo, en esta adaptación al español, Murgia ha querido acercar la obra al público local, documentándose sobre el caso de las niñas de Alcàsser e incluyendo algún fragmento de este, que también fue muy televisado en su época.
Con la gravedad del tema que atañe a estos dos casos tan conocidos, el espectador, sin darse cuenta, viene con la idea preconcebida y maximizada que los medios transmitieron de estos casos, siendo víctimas de lo que Murgia llama la “espectacularización televisiva”. Así pues, esperamos que se nos presente desde el primer momento, un clima emocional desgarrador en ambos casos. No obstante, durante los primeros minutos, esta inquietud viene ilustrada por un personaje onírico que Murgia utiliza como conector y que tiene un aspecto que se corresponde con nuestro concepto de lo brutal. Pero en lo que respecta a los otros dos personajes, los vemos mucho más cercanos y pequeños de lo que hubiéramos imaginado. Podemos observarlos más de cerca, y aunque cada uno viene envuelto con su propio manto de oscuridad, también se desprenden de ellos los gustos, las preocupaciones vanas mezcladas con miedos profundos y las inseguridades de cualquier adolescente, sin hipérboles y con un cuidado grado de inocencia, una inocencia que se va quebrando con el paso de los minutos y que se esfuma poco a poco en cada escena.
La tristeza de los ogros también nos habla del refugio que se halla en la imaginación, de la creación de una personalidad alternativa que no es menos real por ser inventada, sino que es “tan real como puede serlo una pesadilla”. Se basa en mostrar lo crudo de la realidad a bordo de un puente imaginario construido a partir del miedo, de la fuerza, de las dudas y del dolor de no entender.
Por otro lado, es notable destacar que la confusión visual de las primeras escenas, la oscuridad del escenario y el uso de cámaras para ampliar las expresiones de los actores, son un gran acierto en la dirección y se logra que estos recursos realmente encajen con el estilo de la obra y su mensaje subyacente. Además, tanto Olivia Delcán como Nacho Sánchez están a la altura de su papel y son creíbles y auténticos en todo momento. De todos modos, cabe decir, que la mayor carga dramática recae sobre Andrea de San Juan, que con el sonido de su voz distorsionado por el micrófono, saca a relucir la mayor parte de la tristeza, el miedo, la rabia y la puerilidad de la obra.
Así pues, no deja de ser interesante adentrarse en este pedazo de realidad parcialmente imaginada y dejarse llevar por las incógnitas que se abren respecto a los síntomas sociales que reflejan los adolescentes de una época llena de dudas. Y siguiendo la recomendación del autor, acudamos a nuestra cita, despojándonos de nuestra parte adulta y racional, la que ha sobrevivido al despojo de la infancia.
Crítica realizada por Ada Morelli
