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30.07.2015 Críticas  
El juicio de Sócrates: teatro clásico actual

Recién llegado de Mérida, donde se estrenó el pasado 8 de Julio, SÓCRATES. JUICIO Y MUERTE DE UN CIUDADANO ha ocupado ahora el Teatro Romea de Barcelona. Toda una lección de dignidad y coherencia, en manos de Mario Gas y Alberto Iglesias, sus autores, y en boca de Josep Maria Pou, que encarna al filósofo.

Resulta extraño que el que quizá sea el juicio más famoso de la Historia, el que condenó a muerte a Sócrates, no haya sido prácticamente llevado a los escenarios hasta ahora. Gas escribe y dirige un texto que hunde sus raíces en el teatro clásico y en la propia técnica socrática del diálogo, pero que es a la vez plenamente moderno. Lo que ocurre en escena tiene vigor hoy como lo tendría hace 300 años o lo tendrá dentro de otros 300: la búsqueda de la justicia, la iniquidad de los envidiosos, el poder de los necios en democracia y, a la vez, la defensa apasionada de esa democracia. O la obligación personal a la muerte digna, por poner otro ejemplo menos evidente.

Josep Maria Pou encarna a la perfección una idea común de quien y cómo pudo ser Sócrates (un personaje mucho menos articulado en nuestras mentes que una Medea o una Electra) y se lo lleva a su terreno, dotándolo tanto de una genialidad sin parangón como de una humanidad inmensa. Su Sócrates es un sabio que sabe que lo es pero no por ello trata de sacar provecho, excepto el de extender la sabiduría. Es el eterno preguntador, el científico de la existencia, siempre poniendo en duda todo y a todos. Y como tal, molesto para la turba, que prefiere sumergirse en falsas certezas, y para aquellos poderosos que pretenden que siga así sumergida.

A su lado hay un elenco de actores, y una actriz, que encarnan diversos papeles. A veces, como una especie de coro griego, hablan por todos; otras encarnan a los amigos y enemigos del filósofo, a aquellos que con buenas y malas artes trataron de hundirlo y de salvarlo, y los que lo perdieron. Destacan especialmente Pep Molina y Amparo Pamplona, que llenan también de humanidad sus personajes y sus voces, y junto a Carles Canut completan las tres voces más maduras de la obra, las que tienen una relación más directa con el Sócrates de Pou. Borja Espinosa, Ramon Pujol y Guillem Motos son los otros tres integrantes de la compañía, personajes más jóvenes que son también necesarios para entender el proceso y las circunstancias que lo rodean; recordemos que una de las acusaciones que pesaban sobre el pensador era la de corromper a la juventud.

El escenario es un hemiciclo de madera que hace las veces también de atrio, diseñado por Paco Azorín. El vestuario es versátil, en un punto intermedio entre las camisas y las togas, con un aire a los jedis de La Guerra de las Galaxias. Antonio Belart ha conseguido con él marcar un punto contemporáneo sin alejarse demasiado de las convenciones clásicas, y permite a los actores desenvolverse con sus ropas de manera que no nos aleja de la época.

Decíamos que era extraño que casi no se hubiera prodigado Sócrates en los escenarios. Tal vez esperaba a las personas adecuadas para llevarlo adelante, para encontrar el punto de vista con el que construir los hechos. Y Mario Gas y Josep Maria Pou son esas personas: el montaje hace honor a las expectativas y hace valer la pena la espera de tantos años. Desde hoy, será difícil imaginar a un Sócrates distinto del de Pou. Un Sócrates humano e injustamente condenado por gente como nosotros que tenía miedo de saber.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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