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26.06.2019 Críticas  
Un montón de significado

La compañía Ultramarinos de Lucas representó Nada en la Sala Cuarta Pared de Madrid con motivo de su vigésimo quinto aniversario. Esta obra, con dramaturgia y dirección de Jorge Padín, está basada en la novela del mismo título de la escritora danesa Janne Teller, que recrea el mundo de un grupo de adolescentes y su odisea por encontrar sentido a la existencia.

El detonante de la acción es la rebeldía del compañero Antón, que decide subirse a un ciruelo y quedarse allí arriba, ya que, según él, nada sirve para nada ni merece la pena es esta vida efímera y absurda. A partir de este momento, sus compañeros, especialmente la indomable Sofía, tratarán de que se baje del árbol y, sobre todo, de convencerle de que la vida sí tiene sentido y significado. Para ello, llenarán una nave abandonada de objetos con gran significado, en un “montón de significado” que pretenden enseñarle. Pero el juego termina por rozar la crueldad y el horror.

Jorge Padín, Marta Hurtado, Juam Monedero y Juan Berzal son todos y cada uno de los personajes e integrantes de esta pandilla de Alcalá. Monedero y Berzal aúnan fuerzas con una escenografía e iluminación sencillas y eficientes, abriendo espacios que recrean la escuela, la nave abandonada e incluso el ciruelo. En esta última instancia resulta sumamente teatral e interesante el contraste con los andamios y estructuras metálicas.

Todo ello, combinado con la excelente elección de temas musicales, como es característico de esta compañía, expresa el miedo, el dolor y la desesperación que derivan de la creciente falta de empatía y comprensión ante los significados de los otros. Destaca la escena tremendamente simbólica en que Sofía pierde su virginidad por deseo explícito de uno de los compañeros, lo que nos hace pensar sobre la violencia sobre el cuerpo y los límites de este supuesto juego.

Compañeros muy diferentes con significados variados, plenamente reconocibles al espectador adolescente: un facha, un musulmán, una guapa y muchos otros. Un montón de objetos o significados peculiar; una obra de arte extravagante. Por último, la intolerancia creciente ante las prioridades del Otro. En definitiva, el juego se convierte en una bomba de relojería, en un elemento de disrupción de lo que, en principio y previamente al viaje de los personajes, parecía un clima de alegría, risa y diversidad, una convivencia tranquila, familiar y respetuosa. ¿Nos querrá decir la autora que hay que mirar las formas de indagar en el mundo interior frente a la diferencia superficial u obvia?

Nada es teatro del bueno, entregado, generoso, emocionante, inolvidable. Ultramarinos Lucas crea un universo plenamente teatral a partir de la novela; la compañía nos mira a los ojos y nos advierte desde el comienzo de la representación de que se trata de un cuento, de una mentira. Se trata de un montaje sin moraleja, trasladable a la vida cotidiana, en que prima la pregunta sin respuesta clara, que concentra la incertidumbre y el sinsentido aparente de la experiencia y la existencia humanas, que cuida cada detalle y propone un viaje junto con el espectador por los recovecos de cada personaje y situación, desde el más puro romanticismo e idealismo hacia la locura y el caos.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

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