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13.03.2019 Críticas  
«Somos demasiados»

Parestesia (la lucha empieza en el interior) aterrizó el pasado 10 de marzo en la Sala Nueve Norte de Madrid. Rafael Negrete-Portillo ha dirigido esta obra de Knight R. Crow que se desarrolla en torno a los varios exámenes lingüísticos que tres migrantes sin documentación deberán superar para demostrar que pertenecen al llamado Continente.

Paloma Ligero, Enrique Meléndez, Amaranta Munana, Eloy Noguera Atienza e Irene Zulaica Iglesias protagonizan esta obra de ambientación futurista, que explora cuestiones como el uso de la lengua, sus implicaciones y el sentido de pertenencia. “Somos demasiados” será el mantra que repetirá una y otra vez ante los migrantes detenidos la doctora Johanna (Irene Zulaica Iglesias).

El espectador se convierte en un migrante más previamente a entrar la sala, cuando la señora canciller (Paloma Ligero) nos pide los papeles del Continente y nos entrega un pequeño examen en mano, el mismo que tendrán que resolver los migrantes protagonistas. Llegamos a sentir, aunque sea por un segundo, la situación que viven diariamente los sin papeles o los refugiados. Recuerdo haber hecho este tipo de teatro inmersivo en el museo Humanity House de La Haya, que, por cierto, recomiendo.

La función aprovecha bien los audiovisuales, la iluminación intermitente y los sonidos abruptos para realizar saltos temporales entre los diferentes cuadros, que el espectador deberá descifrar y relacionar entre ellos y con el resto de elementos en escena para construir la historia. La mayoría de los cuadros tiene como protagonistas a una pareja, en concreto a las formadas por Janne (Enrique Meléndez) y Jack (Eloy Noguera Atienza) y por Ewan (Amaranta Munana) y la doctora Johanna.

Mientras la primera pareja trata de resolver las pruebas, la segunda conversa fundamentalmente sobre la lingüística como ciencia exacta e infalible, las diferencias culturales que influyen en la lengua y la supuesta efectividad de un método de evaluación basado en el uso de la lengua del individuo. Meléndez y Noguera Atienza aportan el toque burdo y de humor a la representación y realizan un magnífico trabajo en sus personajes opuestos: Janne, maleducado, chulo y un tanto machista, y Jack, correcto, repelente en ocasiones, tímido y tartamudo.

En alguna ocasión los cuatro personajes confluyen para explicar al espectador diferentes investigaciones y teorías lingüistas y discutir si la capacidad para hablar una lengua es lo mismo que el conocimiento lingüístico de la misma. Todo apunta a que no. Jack, que aboga, desde mi punto de vista, por una gramática prescriptiva, no entiende los discursos de su compañero Janne sobre la pertenencia a la tierra a través de los símbolos y el trabajo de sus ancestros, quienes, como él, llevaban una trenza en el cabello.

He de decir que eché en falta una mayor humanidad en el planteamiento de la historia y las reflexiones, más emoción, aunque entiendo que quizá este es el efecto que su director quería provocar ante un mundo aséptico en que la vida del individuo apenas tiene valor. Si bien existe cierta confusión entre conceptos psicológicos o psiquiátricos, existenciales y lingüísticos y las explicaciones sobre teorías lingüísticas y latinajos podrían resultar densas y excesivamente fugaces, el asombroso final y su intención reivindicativa, la cuidada escenografía, efectos y vestuario y el maravilloso trabajo de los actores compensan estos desajustes y dan sentido al espectáculo.

Describiría Parestesia como un drama lingüístico, casi teatro documental o pedagógico, diferente, curioso, atrevido, entretenido y muy actual. Los elementos más futuristas de la escena no desmerecen en absoluto momentos puramente teatrales; por ejemplo, el canto de los personajes, que se funden con la música para dar paso a las posteriores disertaciones.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

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