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18.05.2018 Críticas  
Cuidado y entregado homenaje

El Teatre Coliseum se convierte en templo reverencial hacia la figura de Michael Jackson con Forever King of Pop. Una aproximación a la obra del artista que renuncia a convertirse en una biografía al uso y ofrece un espectáculo que es antes una celebración que una representación con una estructura dramática explícita. Su capacidad de convocatoria está fuera de toda duda.

Forever King of Pop se percibe como el homenaje que es. No se trata de explicar una historia al modo del jukebox más o menos al uso. Si bien es cierto que se darán algunos datos biográficos y muy puntuales, todo pasa a través de la obra del artista. Un elenco implicado e inspirado sabe cómo despertar el entusiasmo de un público que, aunque predispuesto desde el inicio, mantiene en modo creciente su entrega y participación. Un punto a favor es que sí que se mostrará la vida musical de Michael y su evolución eligiendo un repertorio que cubre todas las etapas, desde los inicios, y que se nos ofrece en un orden en formato 360 grados.

La dirección artística de Jesús Sanz-Sebastián y Carlos J. López opta por una solución escénica a dos niveles en los que los músicos estarán siempre presentes y visibles, así como los cantantes y los bailarines. Un fondo que es una gran pantalla que proyecta los audiovisuales creados por Nueve Ojos viste bien la propuesta propiciando tanto la espectacularidad como favoreciendo el espacio para que todo se desarrolle con el aire necesario en escena. En esta misma línea sigue la iluminación de Antonio Martins. El vestuario de Rocío Glez evoca tanto momentos concretos en la trayectoria del artista como el espíritu general de su obra. Un trabajo que sabe como emular y evocar sin copar más protagonismo que el estrictamente necesario.

El punto fuerte del espectáculo son los cantantes y el cuerpo de baile. También los músicos, que sacan muy buen partido de sus instrumentos. Si bien los primeros no buscan un lucimiento personal, sí que consiguen “desparecer” lo justo tras las canciones para transmitir las letras y el mensaje y, finalmente, mostrarse a ellos mismos a través del material que defienden. Aser León sorprende con una espectacular muestra de beatbox. El diseño de sonido de SonoDharma destaca especialmente. En el terreno de las coreografías encontramos, en primer lugar, a Álex Blanco, que sería el “impersonator” de Michael Jackson. Su caracterización y su trabajo corporal hace que por momentos vivamos la ilusión de estar presenciando al protagonista del homenaje. La energía y limpieza en los movimientos y distintos estilos del cuerpo de baile llega a ser electrizante en muchos momentos. Las coreografías de Yolanda Torosio aportan espectacularidad e hiperbolizan el mensaje. Sorprendente e hipnótico el trabajo de Helena Velázquez.

Quizá sean demasiado redundantes las partes en las que los intérpretes nos explican la vida y milagros del artista. Entendemos que todo es fruto de la admiración extrema pero no hace falta que nos convenzan de algo de lo que ya estábamos al corriente. No se busca el contraste ni generar debate u opinión y es por eso que todo lo dicho ya queda más que evidente y bien plasmado a través de los números musicales y las coreografías. Breves pinceladas que no empañan el resultado final pero que frenan levemente el encendido ritmo que los artistas imprimen a la función. Quizá se podría reforzar más este mensaje si se optara por substituir la parte discursiva por material fotográfico proyectado en las pantallas. Superponer música e imágenes. Sería una opción, aunque quizá también otro espectáculo.

Finalmente, la parte emocional de Forever King of Pop se une a la vertiente más educativa que pueda tener la música. No se trata tanto de adoctrinar como de reproducir abiertamente el mensaje ecologista y humanitario al que Michael Jackson circunscribió gran parte de su producción y de sus ingresos. Progresivamente, la celebración se convertirá en una particular rendición de culto hacia su figura y su obra. Sin un matiz desfavorable y con una devoción manifiesta e imperturbable. Una suerte de misa en la que su música y el baile coparán todo el protagonismo y donde los feligreses darán gracias y celebrarán su fe en Michael. Lo que decíamos, un cuidado y entregado homenaje.

Crítica realizada por Fernando Solla

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