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27.04.2018 Críticas  
El cuerpo como escenario consumible

La Sala Atrium da el pistoletazo de salida al periodo de exhibición de DespertaLab 2018 con el espectáculo ganador del 1º premio: Hàbitat (doble penetració) de Roger Torns. Una pieza que reflexiona sobre la concepción fugaz y efímera de nuestra identidad y manifestación física y artística. También de la fragmentación de las relaciones personales y comunicativas.

La dirección y dramaturgia de Torns parte de textos base de varios autores. Hay un desarrollo de los personajes a través de los mismos pero especialmente a través del trabajo que los propios intérpretes realizan con el material que se les ha entregado. Una escritura urgente que demuestra la necesidad de expresarse con inmediatez caótica y sin filtro ni orden y que, a la vez, es seña de identidad de los cinco hasta convertirse en qué, cómo y porqué de sí mismos, es decir, del espectáculo. La construcción de la estructura dramática resulta clave para que la propuesta encuentre el tono y registro óptimos así como sus intérpretes y, por transmisión (dis)continua, también el público.

Además de Torns, Carla Linares, Mar Pawlovsky, Laura Daza, Maria Hernàndez, Pablo Macho y Jaume Viñas firman estos bosquejos que sirven de preámbulo a lo que finalmente vemos (y escuchamos) en Hàbitat (doble penetració). Textos que nos llegan hilvanados a través de la interacción de los personajes entre sí y con los espectadores, a los que se nos invita a participar a través de nuestras redes sociales. Cada personaje ha creado su propia cuenta de Instagram para que lo sigamos (incluso para seguirnos) antes, durante y después de la representación. De hecho, todos transmitirán fragmentos de lo que sucede en escena en sus perfiles. Esto no es un capricho. Historias de quince segundos y directos discontinuos y esporádicos. Provocaciones que encubren nuestra necesidad de proyectarnos al mundo.

¿Y qué tienen que decir las artes escénicas a todo esto? En última instancia, el formato se convierte en contenido y en reflejo cristalino de las relaciones y vínculos que establecemos en el mundo virtual y cómo entramos en contradicción con nuestra existencia real y en redes cuando nos damos cuenta de que ya no tiene sentido seguirnos mostrando compulsiva e inconexamente. Alienándonos a nosotros mismos y distorsionando nuestra propia identidad, ¿en qué nos convertimos? ¿En qué difiere esta acción obsesiva del proceso de creación artística o de escritura teatral? ¿No buscamos mostrarnos, encontrarnos, explicarnos a nosotros mismos en ambos casos? El trabajo de todos los implicados para captar este paralelismo es excelente. Así como la manipulación y prolongación tecnológica (si podemos llamarlo así) de lo que sucede en escena. Todos transmiten e interactúan con la doble identidad escénica y en redes en todo momento y lo que podría ser una excusa o detalle curioso se convierte en razón de ser y en transgresión de barreras y formatos de exhibición y transmisión teatral.

El trabajo de los intérpretes es impresionante y adecuado cien por cien a tan compleja visión. Compleja de ejecutar y plasmar porque con su trabajo facilitan el acceso de todos los allí reunidos. Hay mucho esfuerzo físico pero lo que nos ha encantado descubrir es la intertextualidad que mantienen en todo momento. Su aproximación al texto es excepcional por cómo transmiten y cómo lo hacen, siempre desde un estado físico o emocional concreto y, de nuevo, complejo. Como en un diálogo entre dos se incorpora un tercero y la escena muda de lugar y tono. El dominio de la alegoría y de la asertividad. También de la expresividad y la elocuencia del silencio y de los intensos y largos parlamentos. Hacia el prójimo, hacia uno mismo, hacia todos en general y nadie en concreto… Maria Hernàndez, Diana Gómez, Rafa Delacroix, Georgina Latre y Jaume Viñas llegan a momentos realmente impactantes y sorprendentes. No se recrean en la dureza de lo que dicen y van siempre mucho más allá convirtiéndose en la manifestación corpórea de estos estanos anímicos tan ansiosos y anhelantes. Cada uno a su manera y en perfecta convivencia.

Finalmente, el espacio escénico de Albert Ventura y Alejandra Lorenzo redondea la propuesta. Lo que en un principio puede parecer una pecera se irá tornando en pantalla contra la que chocan y que nos separa a intérpretes y espectadores. Al mismo tiempo se convierte en claro reflejo del filtro, barrera y canal que establecemos como transmisor de las relaciones comunicativas y personales por las que deambulamos todos los que participamos de Hàbitat (doble penetració). Junto a Torns también firman el diseño de luces y las proyecciones. Una propuesta que lleva hasta las últimas consecuencias y con valentía un punto de partida sorprendente y magníficamente ejecutado.

Y para los usuarios de Instagram, os aconsejamos llevar las baterías del móvil bien cargadas antes de entrar en la sala y aquí compartimos seis nuevos usuarios a los que seguir si queréis que la experiencia sea completa: @habitat.pablo, @habitat.maria, @habitat.jacob, @habitat.mar, @habitat.roger y @habitat.carla.

Crítica realizada por Fernando Solla

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