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02.08.2016 Críticas  
Martirio enamora

A sus treinta años de trayectoria en solitario, desde la publicación de su primer disco, Martirio sigue seduciendo y enamorando al público, tanto al más fiel y abnegado hasta a los que la ven en directo por primera vez. El pasado 29 de julio, volvió a demostrarlo en el concierto de este treinta aniversario, en el Palau de la Música, dentro del Festival San Miguel Mas i Mas.

Con sus distintivos más celebres, la peineta y las gafas oscuras, vestida siempre con esos trajes que, como su música, fusionan un vestido con un mantón, Martirio, por quien no pasan los años, sigue regalando su arte y su música por todos los escenarios que pisa. En esta ocasión, la acompañaban su infatigable pianista y amigo Jesús Lavilla; “Negrón”, contrabajista excepcional; Guillermo McGill a la batería; y, como ella misma le presentó, lo más grande que le ha dado la vida, su hijo Raúl Rodríguez, gran músico también, quien manejaba el tres flamenco, instrumento de su propia creación adaptado a partir del tres cubano.

El concierto estuvo plagado de sorpresas y de grandes temas. Martirio interpretó sus canciones de siempre, con su habitual estilo de copla y flamenco fusionados con jazz, sin olvidar los boleros: “Estoy mala”, “Madurito interesante”, “Ojos verdes”, “Las palmeras”, “Si te contara” (con una introducción excelente del contrabajo), “Tú eres mi marío”, o “Pay so well”, su particular versión en inglés de “La bienpagá”, entre otros. Ni olvidó tampoco los homenajes a los grandes artistas a los que admira y quiere, desde Compay Segundo hasta Chavela Vargas.

Y las guindas del concierto las sirvió junto a sus invitados, encantados todos de compartir escenario con una de las grandes. La primera en aparecer fue Maria del Mar Bonet, con la que cantó una milonga andaluza que la mallorquina interpretó a continuación en una versión popular de allí, y cantaron juntas “L’àguila negra”, en catalán. El segundo invitado fue el cantante onubense Arcángel, con el que el derroche flamenco de ambos inundó el Palau, con sus fandangos de Huelva. Y, finalmente, la dulce Silvia Pérez Cruz, con quien cantaron “Hacia donde”, de la compositora cubana Marta Valdés, y la “María la portuguesa” de Carlos Cano. Otra de las sorpresas la sirvió Raúl Rodríguez quien, con la gracia de su madre, interpretó una canción de su segundo disco, que saldrá en breve. El talentoso músico, en una suerte de monólogo humorístico, presentó el tema y luego deslumbró en su interpretación.

Pero si algo caracteriza un concierto de Martirio es la fiesta escénica en que los convierte con su arrolladora personalidad. Simpática, graciosa, sincera, humilde, honesta, cercana, artista, Maribel Quiñones, Martirio, baila, canta, emociona y, sobre todo, disfruta y hace disfrutar al público, al que mima desde el primer minuto hasta el último, hasta los bises, hasta que no queda nadie en el escenario. Es de las artistas más generosas, que lo da absolutamente todo y ofrece un espectáculo de casi tres horas que acabó, como no podía ser de otro modo, con el público del Palau en pie aplaudiendo, silbando, jaleando, y, como ella misma deseaba, bien fresquito por dentro después de semejante festín musical y de semejante baño de arte del bueno.

Crítica realizada por Esther Lázaro

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