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20.06.2016 Críticas  
Juan Diego Flórez: De Gounod a Gardel

Los Jardines del Palacio Real de Pedralbes se llenaron la noche del 14 de junio de la mágica voz de Juan Diego Flórez. Ofreció un concierto de altura, con orquesta y junto a la joven soprano Joyce El-Khoury, en el que deleitó al público con un repertorio variado y su excepcional calidad vocal e interpretativa.

Según la crítica especializada, Juan Diego Flórez es el mejor tenor ligero del panorama lírico actual. Y, escuchándole, se comprueba que no le faltan razones para tal afirmación. Son tres las ocasiones en que hemos podido disfrutar de su arte esta temporada en Barcelona. La primera en su debut en el rol de Edgardo en «Lucia di Lamermoor», en el Liceu; la segunda en su recital en el Palau de la Música; y la tercera anoche mismo en el Festival Jardins de Pedralbes.

En este último concierto, Flórez, a pesar de ser el cabeza de cartel, compartió escenario con la emergente soprano canadiense Joyce El-Khoury y con la orquesta Barcelona Arts Symphony Ensemble, dirigida por Guillermo García Calvo. El conjunto instrumental, que sonaba brillante, interpretó tres piezas en solitario, mientras que El-Khoury se alternó bastante con Flórez.

Inicialmente, interpretaron las dos arias principales de tenor y soprano del Roméo et Juliette de Gounod: “Ah! Lève-toi, soleil!”, donde Flórez lució su célebre fraseo, sus agudos llenos y su emotividad al cantar; y “Je veux vivre”, carta de presentación nada fácil de la soprano y en la que ya apuntaba lo que se comprobaría durante el resto del concierto, su dominio vocal con esos agudos piano y la modulación de las coloraturas. El delicado dúo con el que cerraron este primer bloque, la escena de la noche de amor de los dos jóvenes veroneses, “Nuit d’hyménée”, conjugó con suavidad ambas voces y el trabajo interpretativo al que se prestaron, con sus abrazos, besos y sobresaltos ante el canto de la alondra, transportaron al público como anteriormente.

Antes del intermedio, se eligió a Verdi como compositor del segundo bloque de canciones, de distintas óperas todas ellas, y sin ser las más conocidas del italiano. Para su aria, Flórez eligió “La mia letizia infondere”. La primera parte terminó con el dúo “Parigi, o cara”, de La Traviata, en la que El-Khoury sorprendió con una convincente interpretación de una Violetta tuberculosa –rol que conoce bien− que bebe de la energía desesperada que desprendía el Alfredo de Flórez.

La segunda parte se inició con tres canciones napolitanas interpretadas por el tenor, quien dio paso a una instrumental de la orquesta (el “Intermezzo” de Cavalleria rusticana) y a una magnífica “Chi il bel sogno di Doretta” que cantó la soprano. Seguidamente, y para iniciar el final del concierto, Flórez terminó de encandilar a todo el público con una interpretación única y personal de la famosísima aria de L’elisir d’amore “Una furtive lagrima”. Con un tempo más lento del marcado por Donizetti, tanto él como el público paladearon cada nota, cada frase, cada silencio, cada cadencia, cada emoción liberada por la voz precisa y aterciopelada del peruano, que se sorprende al ver aquella lágrima esquiva en la mejilla de Adina y reconocer en ello que sí, que ella le ama también.

A esta delicada delicia musical le siguió el dúo “O soave fanciulla”, de La Bohème, que arrebató al público con ese final sobreagudo envidiable por parte de ambos intérpretes, y que sirvió como despedida de la soprano, ya que Flórez cantó aún “La donna è mobile” antes de dar por terminado el programa oficial del concierto.

Pero, si bien se echó en falta en ese programa que el tenor interpretara algo de su máxima especialidad, Rossini, no dejó al público con las ganas de algo más popular. Tras el bis de El-Khoury, quien interpretó “O mio babbino caro”, ambos regalaron una versión a dúo del bellísimo tango de Gardel “El día que me quieras”, presentada por el propio tenor. Luego, con su habitual simpatía, animó al público a bailar un popurrí de clásicos latinoamericanos e incluso a cantar con él “Guantanamera” (aunque al público pareció costarle un poco arrancar…), en un alarde de su camaleónica capacidad vocal, capaz de irterpretar populares latinoamericanas como dificilísimas arias belcantistas.

Juan Diego Flórez es un placer para los sentidos, y no sólo en el terreno lírico, como quedó más que probado anoche en Pedralbes. La confianza que desprende un programa tan formal como el presentado, de una calidad lírica e interpretativa tan altas, ser capaz de combinarlo con un tango argentino o la popularísima “El yerberito moderno”, y emocionar al público por igual tanto con lo uno como con lo otro es una prueba irrefutable de estar ante uno de los más grandes.

Joyce El-Khoury apunta a que va a dar mucho que hablar en los próximos años, y no tardará en dar conciertos con su nombre en el cartel como soprano principal. Y sería un grave olvido no mencionar también el trabajo de los técnicos del Festival, ya no que no es tarea fácil amplificar a una orquesta y dos cantantes líricos en un espacio al aire libre, y el sonido era francamente bueno.

Crítica realizada por Esther Lázaro

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