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20.01.2016 Críticas  
Mont Plans rasga el velo entre la vida y la muerte

El primer instante de SEMBLA QUE RIGUI ya nos atraviesa con una plasticidad hermosa e inesperada: el monólogo arranca en la oscuridad, con un telón que parte la actriz Mont Plans y por el que brevemente vislumbramos una luz cegadora y algo que pudieran ser nubes o las blondas interiores de un ataud.

Mont Plans aparece con el pelo cano, vestida de negro y con un rosario, una señora mayor en su definición más universal… Pero Júlia Català (el personaje que interpreta Plans) enseguida pasa a explicarnos que aquello no es exactamente de su gusto, que de momento tiene que conformarse con la imagen que tenían de ella, y procede a contarnos su vida. Que ha sido larga: más de 100 años.

Nos encontramos, por tanto, ante la posibilidad de explorar una extensa biografía que transcurre a la par que los avatares del siglo XX español: la República, la Guerra Civil, el franquismo, la democracia. Català se encuentra con un pie en cada lado del abismo entre la vida y la muerte: ya ha fallecido, pero la experiencia le ha conservado una memoria perfecta de toda su vida, una vida que ha estado vinculada desde el principio a la muerte, desde que naciera en la funeraria de su padre. Y además, expone los momentos más destacados de sus vivencias porque necesita de la aprobación del público para “pasar al otro lado”.

Mont Plans llevaba mucho tiempo acariciando la idea de SEMBLA QUE RIGUI, que finalmente ha escrito junto a Óscar Constantí. Se nota que es un proyecto íntimo y personal, porque más allá de la veteranía consumada de la actriz se adivinan en algunos momentos aquel extra de implicación personal que se alcanza cuando un intérprete está haciendo algo que le apetece muchísimo. Las reflexiones de Júlia nos atrapan, nos hacen reír y nos hielan el corazón con las gracias y desgracias de una vida que podría ser perfectamente real, con la que cualquiera puede empatizar pese a la distancia con su propia experiencia personal. Nos habla de la pérdida y del horror, del amor y de la inocencia con una convicción, una pasión y una sinceridad de las que es imposible escaparse.

Sin ser un musical, la obra está trufada de pedazos de canciones que Plans entona casi por sorpresa (aunque la magnífica iluminación de J.M. Riera, avisa sutilmente): Serrat, Raimon, Parrot, Tapies e incluso Gilbert y Sullivan (quizás en un pequeño guiño a su propia biografía). Nos dan otras visiones sobre la muerte, los muertos y el morirse, y se añaden a la experiencia colectiva, buceando en esos lugares comunes que compartimos gracias a los juglares modernos, y llegan a impulsar la trama en nuevas direcciones.

SEMBLA QUE RIGUI, en La Seca – Espai Brossa de Barcelona, es un monólogo recomendable para cualquiera dispuesto a escuchar la historia de una vida contada por su protagonista. Pero también para cualquiera que quiera emocionarse con reflexiones tan duras como verdaderas sobre la pérdida y la forma de enfrentarnos a ella.

Crítica realizada por Marcos Muñoz

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