NUESTRAS MUJERES demuestra que las apariencias engañan. Las cosas no son como creemos que son ni entre las parejas ni entre un grupo de amigos que se conocen de toda la vida.
Con un texto adaptado del teatro francés, de la mano del director Gabriel Olivares, vivimos una divertida y angustiosa historia que pondrá a prueba la amistad entre Max, Simón y Pablo. Con un ritmo rápido pero no histriónico, acompasado con un constante movimiento de los actores sobre el escenario, provoca que el público aguante la respiración de principio a fin.
Una maravillosa dirección y una muy buena interpretación por parte de los actores (Gabino Diego, Antonio Hortelano y Antonio Garrido), juegan perfectamente entre la angustia y las risas de los espectadores en el Teatro de la Latina. Gabino Diego presenta un personaje que desde un principio genera ternura y confianza y muestra una gran cantidad de emociones que harán sufrir y reír. Antonio Hortelano, a pesar de no contar con un gran número de escenas, se entrega totalmente y regala al espectador el ingrediente que falta en este thriller con tintes de comedia. Por último, Antonio Garrido, con una voz espectacular, juega a su antojo con el público pasando por todos los registros que esta obra le presta, siendo un verdadero mago de los silencios y de la comedia.
Mención especial requieren dos puntos importantísimos en este montaje con los que, sin duda, consiguen hacer que el espectáculo brille todavía más. Por un lado, una increíble escenografía diseñada por Anna Tusell que sitúa al espectador desde el primer segundo y, para más inri, se vuelve protagonista de varios momentos cómicos. Y por otro lado, el diseño de luces de Carlos Alzueta juega con un papel protagonista en varias ocasiones añadiendo más comicidad a la historia. Está claro que en este montaje luces y escenografía se han dado la mano perfectamente.
No os perdáis esta historia de amistad entre tres hombres que nos hablan de sus mujeres, llevada a situaciones descabelladas pero no imposibles, en el Teatro La Latina hasta el 1 de noviembre.
Crítica de Laura Castrillón
