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09.04.2015 Críticas  
El difícil trago de un divorcio con hijos de por medio

Con claras referencias a las comedias de Woody Allen, que ya de por sí son un género cinematográfico y un interesante filtro por el que tamizar las relaciones personales, especialmente las relaciones de pareja, se presenta en el Teatro Bellas Artes de Madrid: DE MUTUO DESACUERDO.

La obra escarba en lo complicado que es afrontar una ruptura después de años de relación, y más cuando se utiliza a los hijos como moneda de cambio y chantaje a la parte contraria.

A pesar de lo duro de una situación así, la obra persigue arrancar sonrisas y enfrentar al espectador ante lo ridículos que podemos llegar a ser a pesar de creernos muy maduros y muy preparados para afrontar los reveses de la vida.

La pareja protagonista, a saber Iñaki Miramón y Toni Acosta, tienen una química innegable y funcionan bien tanto en su parte cómica como en los momentos en los que aparece algo de intensidad dramática. A pesar de que en la obra solo les vemos a ellos dos, hay otros personajes que aunque no aparecen nunca en escena, si están presentes y son los desencadenantes de muchos de los desencuentros de la recién divorciada pareja. Es a través de esos desencuentros y diferencias de opinión acerca de la crianza de ese hijo, que vamos descubriendo como es cada uno de los componentes de la pareja y podemos constatar que quizás el amor no dure para siempre, pero que siempre queda algo cuando este se rompe, y que es ahí en esa herida donde quizás nuestro pretendido estructurado mundo se nos viene abajo y nos comportamos de las maneras más absurdas imaginables.

Centrándonos en puramente lo teatral, la obra no es pretenciosa, ofrece ni más ni menos lo que se espera de ella, si bien para mi opinión las situaciones deberían ser llevadas un poco más al límite, y el abrupto final a mi me dejó la sensación de historia inacabada, es quizás en una de las últimas escenas, donde la intensidad que nos hubiera gustado ver en todo el desarrollo de la misma se percibe y me invadió la sensación de que había que dar una vuelta de tuerca más a esa historia, que había que retorcerla un poco más para que los sentimientos más puros y menos filtrados de los protagonistas saltaran a escena.

A pesar de ello se disfruta con una sonrisa que no llega a carcajada y deja un sabor entre amargo y dulce, un mutuo desacuerdo al fin y al cabo.

Crítica realizada por Moises C. Alabau.

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