novedades
 SEARCH   
 
 

22.12.2023 Críticas  
Borrajo sigue igual de maravilloso (maravilloso, maravilloso)

El gran cómico Moncho Borrajo ha vuelto tras mucho tiempo a Barcelona para presentar su espectáculo 50+1 en el Teatre Borràs. Toda una carrera en la que ha sido incómodo, transgresor, crítico, amargo, tierno y exhuberantemente creativo: la pregunta tras tanto tiempo era ¿con qué Borrajo nos íbamos a encontrar tras 50 (más uno que serán dos) años?

Y la respuesta es: con todos. Con la suma de todo lo que ha sido y el personaje que ha construido con el tiempo. Moncho Borrajo empieza el espectáculo presentándose como un jefe de pista o un payaso de postín, para pasar a cagarse en toda la profesión política, recordar su historia como artista, gallego y maricón (de gay nada, monada), revivir chistes clásicos y trufarlo todo de canciones e improvisaciones. Sobre todo, sus famosas y personales improvisaciones poéticas. Versos a vuelapluma.

Procaz y sin un pelo en la lengua: así ha sido siempre Borrajo, el de Don Chufo y el del Apolo de Colsada. Su público ha envejecido con él, y eso hace que su crítica (más amarga que la de Rubianes, más descreída que la de Pedro Ruiz) tenga ahora además una pátina de nostalgia, de reivindicación y de pérdida. De desajuste. Crítica como siempre (ya lo hacía con Franco) pero el humor no entiende de ecuanimidad: hay para todos, todos reciben porque todos son terribles, y su público asiente.

Multicultural y con la experiencia de los años, Moncho Borrajo sigue con una agilidad mental envidiable, y por eso sus mejores momentos siguen siendo los de improvisación, los de creación desaforada en escena, cuando se desprende por momentos de la cara amarga para volver a la iluminación de las musas. Y sus recuerdos del pasado cuando no se enturbian con el pesar del ayer. Y su público se reconoce y asiente.

Borrajo ha anunciado ya que el año que viene se despide de los escenarios con su último espectáculo. También ha dicho que lo traerá a Barcelona. Nos llena de curiosidad qué más puede querernos decir alguien que nunca se ha callado nada, y cómo dirá adiós alguien que lleva toda la vida como Joe Rigoli, «yo sigo». Quizás ese desencanto que siente por el mundo de hoy le ha hecho sentirse desconectado con la sociedad actual, más limpia pero menos auténtica, más respetuosa de la diferencia, pero donde la diferencia se difumina porque todo el mundo reivindica su diferencia. Más falsa. Más soberbia. Y su público le echará de menos, mientras él pinta en las Canarias…

Crítica realizada por Marcos Muñoz

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES