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17.07.2023 Críticas  
Estática estética

Cierra la temporada del Teatro Real de Madrid revisitando un Turandot ya estrenado en el mismo teatro allá por el 2018. Acostumbra el Real cerrar temporadas con un blockbuster operístico y este Turandot cumple con todos lo necesario para llenar el teatro, crear afición por el género y que la experiencia sea recordada.

Turandot se considera una de las obras maestras de Giacomo Puccini y para muchos amantes de la ópera es algo iniciático por su facilidad de escucha, melodías reconocibles, pegadizas y míticas. Además, la historia entre divertida y cruel de esa princesa que descabeza amantes cuando no descifran los enigmas que les propone y que da con la horma de su zapato cuando un pertinaz pretendiente consigue la respuesta a los tres enigmas, es una historia fácil de seguir para el público que se acerca por primera vez a la ópera.

Este montaje se presenta con tres repartos distintos. El reparto que pude disfrutar estaba compuesto por Ewa Plonka en el papel de la Princesa Turandot. No tuvo un buen inicio Ewa Plonka en la función con un traspiés justo antes de su primera intervención que creo que la hizo comenzar insegura y nerviosa. Con el paso de los minutos se recuperó y pudo dar lo mejor de ella. En el papel de Calaf pudimos disfrutar de un habitual del Teatro Real, el tenor norteamericano Michael Fabiano quien tiene la enorme responsabilidad de interpretar ese himno que es Nessum Dorma. Es tan icónico ese momento que las expectativas pueden verse algo frustradas. Consigue el tenor salvar el momento a pesar de no estar en sus mejores condiciones y se lleva la ovación del público. Destaca por encima de todos la zaragozana Ruth Iniesta con su Liu. Ruth se va ganando poco a poco el cariño de los amantes de la ópera y aquí para mi se consagra. Sus interpretaciones en este Turandot son esas robaescenas en las que brilla de manera especial. Mención aparte para el Coro del Teatro Real, que vuelve a hacer gala de su excelencia.

La orquesta dirigida por Nicola Luisotti quien vuelve a demostrar que es uno de los mejores directores para este tipo de óperas. El brío y agilidad que impone son perfectos.

Hablemos de la propuesta escénica de Robert Wilson. Este montaje no deja indiferente. O lo odias o lo amas. Con nula interacción entre los personajes, deambulando estáticamente por un escenario de formas geométricas y luz desbordante, el montaje puede resultar chocante para el que busque un Turandot clásico. Hay que dejarse llevar por el contraste de colores y la pureza de las líneas y entrar en el juego propuesto. Eso exige del espectador limpiarse de prejuicios. No todos los espectadores lo consiguen y quizá eso provoca que las ovaciones estén divididas y muchos opten por aplaudir discretamente.

Para mi la propuesta es un acierto que consigue deslumbrar con tremenda y aparente sencillez. Por supuesto que la música de Puccini tiene mucho que ver, pero se ensamblan con pasmosa belleza. Turandot es siempre un acierto y el Teatro Real apuesta acertadamente programando una buena cantidad de funciones, además de retransmitirla en directo en el marco de la Semana de la Ópera. Turandot crea afición y genera adeptos.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau.

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