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03.03.2023 Críticas  
Teatro eterno

Este año se cumplen 20 años de La Perla 29 creando teatro para el disfrute del público catalán. Y para celebrarlo, la compañía revisita su primera obra, Els ulls de l’etern germà de Stefan Zweig, que puede verse en el Teatro La Biblioteca de Barcelona.

Oriol Broggi, al frente de La Perla desde sus inicios, rememora aquel primer montaje a partir de este bello texto con tintes de fábula y repite elenco con dos de sus componentes originales, Òscar Muñoz y Marc Serra. A la compañía se añade Xavier Ripoll y nos entregan una función que descubre el teatro que marcó el origen del estilo Broggi.

Lo que, por suerte, ahora podemos contemplar, marcó una línea por la que La Perla y su director han ido transitando todos estos años. El teatro de palabra, los montajes marcados fuertemente por la austeridad en escena pero extremadamente elegantes y donde la música y la luz siempre han tenido un papel principal imprimen, a lo largo de todos estos años, esa fuerte personalidad que tanto y tanto hemos disfrutado.

En Els ulls de l’etern germà, que ha traducido bellamente Marisa Siguan, nos encontramos una escenografía compuesta de tan solo una lona de suelo a techo, un banco de madera y una lámpara ocasional. Y la luz… En esta ocasión Pep Barcons, más que nunca, adquiere un protagonismo especial pues sus luces crearán la ausente escenografía, recreando el alba o la noche, el interior de una celda o el palacio real. Un trabajo fino, a la vez que poderoso, que se convierte en indispensable para la ejecución de esta función. Ante tanta sobriedad, Broggi realiza un paréntesis en la línea proyectada de este espectáculo para introducir unas proyecciones, encargo a Francesc Isern, acompañadas de un juego de sombras orientales, muy en línea con la historia. Una ruptura de ritmo, de una duración apropiada, para volver al final pesimista pero del que, indudablemente, se extrae una gran moraleja.

Xavier Ripoll y Òscar Muñoz se alternan el papel de narrador y, a la vez, el de personaje, interpretando indistintamente varios de ellos (en ocasiones, incluso el mismo). Virata es un guerrero de un país lejano de una época lejana al que llaman “el Rayo de la Espada” que sirve fielmente a su rey como soldado. Un día, en una de las batallas de la que sale vencedor, se encuentra con que ha matado a su hermano. La mirada del difunto ser al que tanto amaba se clava de tal manera en Virata que condicionará el resto de su vida. El sentimiento de culpa lo llevará a abandonar la espada, en el intento de no hacer nada que vuelva a dañar a su prójimo. Habitará por diferentes personas (el juez, el noble y el anacoreta), para acabar dándose cuenta de que hasta no hacer nada, la falta de acción, es una acción en sí misma que afecta a los demás: “Sólo es libre el que sirve, que ofrece su voluntad a otros”. Y mientras ambos narran e interpretan, Marc Serra acompaña con su guitarra la voz.
 
La gravedad de Ripoll como Virata, su profundidad cuando se rompe la cuarta pared y nos habla, el sufrimiento silencioso que nos obliga a compartir. Su construcción de la historia, su gesto, su voz consiguen una brillantez absoluta. Pero cabe destacar que ambos actores, tanto Ripoll como Muñoz, interpretan a la perfección y existe esa comunión necesaria sobre el escenario para que la función sea redonda.

Stefan Zweig acabó quitándose la vida como colofón a su desesperación, queriendo desaparecer del panorama que avistaba. Sin embargo, nosotros tenemos hoy razones sobradas para rememorar y para celebrar. Els ulls de l’etern germà nos recuerda un teatro que se empezó a gestar en Barcelona hace 20 años, con una factura impecable durante todo este tiempo y hasta el día de hoy. A Broggi, su talento y toda la formación que le acompaña… ¡por 20 años más!

Crítica realizada por Diana Limones

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