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01.03.2023 Críticas  
Un Chéjov contemporáneo hecho con gran gusto

La sala de pequeño formato Dau Al Sec de Barcelona presenta su tercera producción: Bye bye, Hort dels cirerers. Una nueva versión de la obra de Antón Chéjov dirigida por Mercè Managuerra y que, en la quinta temporada de la sala de Poble-Sec sigue la línea de presentar textos universales desde una mirada sencilla y contemporánea.

Protagonizada por Esther Bové, Damià Plensa, Silvia Forns, Àlex Pereira y Laura Muñoz, Bye bye, Hort dels cirerers se adentra en la mirada irónica, cómica y trágica del gran poema escénico de Chéjov, que nos habla sobre el dolor que existe en los cambios. Cambios que no estamos dispuestos a aceptar pero que, aun abrazados a nuestra rotunda negativa, vamos a tener que asumir para avanzar.

La nueva versión que Mercè Managuerra nos presenta se centra en cinco personajes principales que hacen que esta pueda crecer en intensidad y, efectivamente en atemporalidad. Sí, el texto ocurre en Rusia en el siglo XIX pero, tras disfrutar de la obra, si obviamos los nombres y los espacios, la historia podría ser totalmente trasladable a la ganadería de nuestro país; por ejemplo. Porque, indistintamente de dónde ocurra y cuándo ocurra, esta creación revela la fragilidad de los seres humanos cuando deben enfrentarse con las turbulencias de sus tiempos y el vértigo que sienten ante un mundo nuevo e ininteligible. Cómo los planes y sueños recurrentes que podríamos tener, en un segundo, se hacen añicos para dejar paso a una inevitable duda constante.

Como Liubov Andreievna, el personaje central de la obra interpretada por Esther Bové, el ser humano huye constantemente para salvarse. Los cambios acechan al personaje y ella, que huía de la muerte de un hijo, debe volver a su casa para tratar de salvar un futuro incierto que, sabe, que no existe. Sus escasas opciones hacen que el viaje sea en vano. No hay esperanza alguna. Bové nos presenta un personaje que, aunque en ocasiones se siente histriónico, empatizamos rápidamente con él y su dolor.
La esperanza que Liubov necesita se la presenta el campesino Emolai, interpretado de forma sobresaliente por Damià Plensa, quien le ofrece parcelar sus tierras para, con lo recaudado, aplacar las deudas familiares y mantener la casa. Pero ella, aferrada a sus principios, no cede en cambiar su visión y eso la llevará a chocar repetidamente con la realidad. Plensa nos presenta un personaje que habla más por sus gestos y miradas que por sus versos. En una sala de pequeño formato, tener un actor que domine tan bien estas herramientas, es un lujo que debemos disfrutar. Incluso su fraseo, es en ocasiones hipnótico.
Por su parte, Vania, interpretada por una excelente Silvia Forns, es un personaje frágil y lleno de dudas pero con una convicción fuerte que hace que los demás personajes avancen. Ella es la que mueve a la familia y Forns nos presenta un personaje carismático que, como Plensa, nos da un extra sincero con la mirada y sus gestos. Sus ojos transmisores nos dejan entrever lo que sufre su personaje.
Por último, encontramos a los dos personajes más jóvenes, el eterno estudiante Tropimov, interpretado por Alex Pereira y la hija menor de Liubov, Andreevna, interpretada por Laura Múñoz. Aunque el personje de Tropimov tiene poco recorrido, Pereira lo presenta como un joven seguro de sí mismo y sin miedo al cambio. Por su parte, Múñoz nos presenta a una Andreevna demasiado joven e inexperta que madurará durante la obra pero cuyo recorrido personal se disipa frente al de los demás personajes.

Por su parte, la dirección de Mercè Managuerra es muy acertada. Eliminando personajes innecesarios y prescindiendo de tramas secundarias que entorpezcan lo que se quiere explicar, Managuerra nos centra en lo importante: el miedo al cambio y a un futuro incierto que nos acecha.

Destacar por último la iluminación diseñada por Alberto Rodríguez y el vestuario de Montse Figueras que se complementan en un ambiente ténue y tétrico que nos embelesa. Las tonalidades grises y marrones de las ropas que se mezclan en un ambiente invernal es poesía visual desde la butaca.

Bye bye, Hort dels cirerers entra en su última semana en Dau al Sec de Barcelona. Un Chéjov clásico acercado al mundo contemporáneo con gran gusto.

Crítica realizada por Norman Marsà

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