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09.11.2022 Críticas  
El teatro no necesita cabezas de cartel

El Teatro Infanta Isabel de Madrid apuesta por la compañía de origen murciano Perigallo Teatro, y albergará una de sus últimas creaciones, Cabezas de cartel. La obra, escrita y protagonizada por Celia Nadal y Javier Manzanera, estará disponible hasta el 21 de diciembre.

El teatro en esencia, en su pleno esplendor. Así es Perigallo Teatro, una compañía que aboga por preservar los valores de las artes escénicas y no cae en la prostitución de la obra a cambio de su comercialización. La cultura y el arte también sufren la mercantilización a la que empuja el capitalismo; sin embargo, todavía queda la esperanza de que determinados autores se resistan y ofrezcan piezas como Cabezas de cartel.

La metateatralidad y la metatextualidad son el formato a través del que Celia y Javier, intérpretes y personajes al mismo tiempo, bordan una crítica en tono humorístico de la situación del teatro en nuestros días. Una obra dentro de otra, y una línea extremadamente delgada entre la ficción y la no ficción. En este punto, también encontramos una reflexión sobre este mundo: ¿qué hay de mentira en un espectáculo tan real?

El proceso creativo de los dos personajes que no terminan de atinar con el texto preciso resulta cómico y, también, empático. No encuentran las respuestas que buscan porque quizás lo que quieren decir es mucho más sencillo, y para ello pueden hallar otra fórmula, como es el caso de la ruptura de la cuarta pared, de la dicotomía entre actor-personaje y, evidentemente, la metateatralidad de la que hablamos.

Otros de los grandes protagonistas de las artes escénicas: la crítica y los premios. Durante la función, se plantea un interesante debate sobre el peso de la crítica en el teatro y, sobre todo, alrededor de los premios, particularmente los Premios Max, galardones por excelencia de este sector artístico. Resulta curioso, a menudo, que los laureados coincidan con las caras más vitoreadas en otros medios. Sin desvelar nombres, al estilo de Celia y Javier, algún Max cayó en Cabezas de cartel ensombreciendo a otros rostros no tan populares.

No obstante, la crítica no solo se dirige a los de fuera, a los premios, determinada asociación de autores, a los medios, al sistema… La autocrítica se suma a este juego metatextual. Ellos también sucumben a la oportunidad de presentarse en un gran teatro, aunque sin negociar a los intérpretes. Reconocen, de la misma manera, sus errores sin caer en la victimización porque, al final, ellos son los dueños de su obra.

Alrededor de todo este juego gira constantemente el humor. Pese a toda la problemática que aborda, la obra es esencialmente una comedia. El chiste o la situación jocosa desde lo natural y cotidiano, sin forzar la gracia. Aunque los dos actores demuestran un desparpajo y una profesionalidad evidente, merece especial mención la cara femenina. Celia Nadal demuestra una habilidad para cambiar de registro y favorecer la comicidad asombrosa.

La moraleja después de acompañar 90 minutos a Nadal y Manzanera, o Vidal y Manzaneda, es que todavía queda buen teatro, ganas de enseñar, de mostrar, de contar desde la humildad y desde el verdadero amor al arte. Sin demonizar a las obras comerciales ni a los cabezas de cartel, el teatro original, arriesgado y comprometido sigue luchando contra los gigantes para no dejar perder el verdadero espíritu de los que viven por y para subirse a las tablas.

Crítica realizada por Esperanza Hernández

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