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28.02.2020 Críticas  
Un actor frente a Lorca

El camino de la fuente es una obra homenaje a Lorca, casi un grito que supera la muerte y se instala en el presente. Sabatino Palma es el autor y director de este unipersonal que protagoniza Pablo Razuk y que podrá verse en El Umbral de Primavera de Madrid como parte de su VI Ciclo de Teatro Argentino.

Razuk es Lorca, es el Autor de La comedia sin título, es Bernarda Alba, es Yerma; es la voz del pueblo andaluz, del poeta, del dramaturgo y del hombre en este espectáculo sobrio y tremendamente evocador.

Muchas han sido las creaciones relacionadas con Lorca y las interpretaciones de su figura y su obra. La fascinación por el poeta cruza el charco, como ya lo hizo él mismo para instalarse una temporada en Nueva York y enfrentarse a la Gran Manzana. En este caso, hablamos de una obra con sabor argentino, que no solo estudia o describe la vida del poeta y su obra, sino que tiene muy claras sus raíces andaluzas. Por si no había quedado claro, Razuk se atreve a dar palmas y a cantar La saeta de Machado, que popularizaría Serrat: “Cantar del pueblo andaluz…”, dice uno de los versos, como ya sabrán.

Destaca la coherencia y solidez del espectáculo, pese a contener muchos y muy variados discursos. El actor se desdobla, se transforma, imagina, mantiene el equilibrio entre biografía y ficción para llegar a la conclusión, a la muerte, y también a la esperanza, a la pervivencia del Arte, y de ahí, a la eternidad y a lo que no tiene o no encuentra final, como aquella comedia que Lorca nunca llegaría a terminar.

Razuk oscila entre géneros, entre momentos. El Lorca más académico y su idea del teatro y sus profesionales en aquel discurso en que inauguró la biblioteca de Fuente Vaqueros se mezcla con el personaje de Bernarda, que defenderá la virginidad de su hija más joven después de que esta muera. Es también Justo y es Yerma, es la voz del poeta sufriente cuando recita el “Soneto de la dulce queja”. Los focos acusan el brillo de los ojos del actor, que derrocha pasión por Lorca, el misterio, el catolicismo intolerante y rancio, la masculinidad del personaje rural.

El propio espectáculo, que parte de La comedia sin título, es una reflexión profunda sobre la muerte y, sobre todo, del teatro, sobre ese “Arte nobilísimo”, en sus palabras. Por ello, Razuk se cuestiona su intervención y papel como actor y también del público, rompiendo la cuarta pared y la ilusión e instalándose en la teatralidad, sentándose entre los espectadores, dirigiéndose a ellos, o entregándoles partes de la sobria escenografía.

“¿Cómo dar voz?”, se pregunta Razuk. Esa será su tarea durante toda la función. Por momentos, vemos al Federico enamorado, al Federico pleno y visionario. Otras veces, vemos al Federico asustado, al Federico niño, inocente; pero siempre le vemos a él cuando el actor se viste de espaldas al público, o cuando relata los últimos instantes antes de su asesinato. Esta última escena, he de decir, es impactante, demoledora y emocionante a partes iguales gracias al gran trabajo del actor, a su mirada.

El camino de la fuente es una oda a la vida, al arte y a Lorca, por supuesto, basada en los contrastes de luz y oscuridad. No sé si contiene su esencia o espíritu pero, desde luego, se siente la pasión por el poeta en cada segundo del espectáculo, así como por los acontecimientos y personas importantes en su vida. Hay estudio, hay conocimiento y hay propósito en esta obra, que, de alguna manera, representa ante su autor aquellas obras que no pudo ver estrenadas, que tiene muy en cuenta su corta vida, que habla del sufrimiento del poeta a las puertas de la muerte, del miedo y de la misma humanidad. En este sentido, me quedo sin duda con la imagen desgarradora antes de su asesinato. Seguimos sin final. Y es que Lorca sigue vivo. Perduran él y su obra. Y esperemos que por mucho tiempo.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

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