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24.01.2020 Críticas  
#MacariaMola

Ser el protagonista de nuestra vida es de lo que habla No soy un personaje pequeño, de José Ignacio Tofé en la sala El Umbral de Primavera, un monólogo con Ana Sañiz donde una de las heráclidas salta a la palestra para reclamar su lugar en la no-tragedia de su vida.

Macaria (Ana Sañiz) es una de las hijas de Heracles (aka Hércules) que tras su intento de sacrificio en honor de su padre, decide ir a terapia para tratar de mejorar su vida, su conciencia, y la relación con su abuela Alcmena. Asistimos a las sesiones en las que se van desentrañando todos los complejos que la joven arrastra, y veremos cómo toma las riendas de su existencia, a pesar de las complicadas relaciones familiares que lastran su personalidad.

Este texto surge de un taller impartido por José Sanchis Sinisterra, para indagar sobre el feminicidio desde la actualidad, y es aquí donde José Ignacio Tofé, autor y director, decidió plantearse qué hubiese ocurrido si el destino de Macarla en ‘Los Heráclidas’ de Eurípides, hubiese sido otro, y su sacrificio exigido por los dioses, no se hubiese consumado. Ese personaje cuya intervención en la tragedia es ofrecerse para morir, y nunca volver a ser citada, es la esencia de No soy un personaje pequeño, un monólogo existencialista con un tono muy cercano a la tradición del cine de Woody Allen, y que aquí Tofé maneja con soltura, dotando al texto de las dosis perfectas de emoción, humor, y drama.

Ana Sañiz es una magnífica Macaria traída al siglo XXI, cuya gestualidad y oratoria son certeras y las que dan aún más valor a la propuesta. Con la dificultad que entraña un monólogo tan desnudo como este, es vital que el público conecte con el personaje, y aquí desde el primer momento uno entra en el texto y en el drama de esta huérfana a la que vemos “curarse” en escena. Todo es aprovechado por Sañiz en escena, hasta los patinazos sobre el texto, donde salva con increíble comicidad algún que otro momento ocurrido durante la función a la que asistí.

No soy un personaje pequeño es una reivindicación del yo frente a los demás, un empujón para dejar de vivir nuestra propia vida en las sombras y salir al escenario a ocupar nuestro lugar: el de protagonista, porque para eso es nuestro drama. Todo el texto va a un ritmo ascendente cuyo alegato final, que en otras circunstancias, hubiese quedado naif y de psicólogo barato, es el punto y final perfecto para salir de la sala con otra actitud, haciendo que la carga que llevamos día a día sobre nuestros hombros, como un Sísifo del 2020, sea más liviana, y aunque el día de mañana nos toque volver a subir la montaña con ella, al menos el foco estará sobre nosotros, porque nosotros seremos la primera actriz, la Concha Velasco de nuestra vida.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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