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21.10.2019 Críticas  
Las deudas del pasado

Calibán Teatro representa en el Teatro Lara de Madrid Acreedor@s, de August Strindberg. Andrés Rus dirige esta versión de Elsa García-Posada en un montaje minimalista y actual, centrado fundamentalmente en los tres personajes protagonistas: Tekla (Elda García), Adolf (Chema Coloma) y Gustaf (José Emilio Vera).

Lo primero que llama la atención al entrar en la sala son las varias fotografías de Strindberg que cuelgan de las paredes del decorado. El autor parece ser espectador y testigo de su propia obra. La escenografía resulta sencilla: un sillón, una silla, una mesa con útiles de trabajo y una pantalla. La última conformará, junto con la conversación entre Gustaf y Adolf, el carácter, el erotismo y la presencia de Tekla mucho antes de que aparezca el personaje en escena.

En mi opinión, esta versión se divide en tres partes bien diferenciadas: la conversación entre Adolf y Gustaf, la que tiene lugar entre Adolf y Tekla y, por último, el encuentro entre Tekla y Gustaf, que dará lugar al desenlace. Sin duda alguna, el intercambio entre Adolf y Gustaf será decisivo para entender los acontecimientos posteriores y se convertirá en una discusión cuasi filosófica sobre las relaciones de pareja, el arte, el amor propio, las energías del ser humano y la diferencia de edad.

A través de la conversación entre los dos personajes masculinos, descubrimos el dolor y el bloqueo de Adolf ante Tekla, su pareja, así como los celos que siente especialmente hacia su ex marido. Hombre hipocondriaco e inocente, Adolf se arrastra en todos los sentidos y decide aceptar el consejo y la ayuda de Gustaf. Las conversaciones que vendrán, de corte filosófico-existencial, se desarrollan en torno al tema de la pareja y la posibilidad de dar y recibir el uno del otro sin caer en el rencor, la deuda o el sentimiento de superioridad o pertenencia. En otras palabras, reflexionan en torno a lo que significa amar en una relación sana.

García, Coloma y Vera encarnan sus personajes con fuerza, definiéndolos y defendiéndolos incansablemente en escena. El espectador no se aburre y disfruta al verles trabajar, incluso se ríe, especialmente con el personaje de Gustaf, cuando se dispone a dar explicaciones simplistas de las relaciones de pareja y el papel del hombre y la mujer. Por otro lado, a uno se le encoge el corazón cuando le escucha dar lecciones sobre la dignidad, la culpa, el pecado, la venganza o el alma, o cuando observa lo que sucede en escena desde la penumbra antes de desaparecer.

Acreedor@s es una disputa sobre diferentes maneras de ver el mundo, una ventana a las miserias, circunstancias, debilidades y preocupaciones del ser humano y a su nobleza y también a su nobleza, a su necesidad de ser querido y admirado, de reafirmarse y de obtener del otro, a veces de manera egoísta, la autoestima que necesita. Los tres intérpretes manejan la escena como quieren, manteniendo la atención del espectador en todo momento, valientes, ambiguos. ¿Se atreverá el público a juzgarlos o a simpatizar con alguno de ellos? ¿Cambiará de opinión sobre los personajes a medida que se desarrolla la obra?

La versión de García-Posada mantiene el tono de la obra estrenada a finales del siglo XIX sin dejar de plantear nuevas preguntas. La obra lo permite. De toda ella, me quedo con una frase de Gustaf, que decía algo así como que las guerras serían mejores si todos estuviéramos desnudos; así, decía, nadie sabría quién es su enemigo.

Crítica realizada por Susana Inés Pérez

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