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05.06.2019 Críticas  
Amor y amistad

La compañía Qué Jarte! lleva Incondicionales a las tablas del Teatro Lara. Un texto escrito por Tomás Naranjo-Cluet y Bernardo Rivera que habla sobre la amistad y el amor para hacernos reflexionar sobre cómo juzgamos a los demás y cómo resolvemos los conflictos.

La inminente llegada del verano nos recuerda nuestra cita en la calurosa ciudad con una amplia programación de comedias dispuestas a refrescarnos la cabeza. Esa es la esencia de Incondicionales: un texto dinámico y fresco, puro divertimento y distracción, que pretende que dejemos de lado nuestras preocupaciones durante, al menos, los 75 minutos que dura la función.

La historia nos narra como el cómico actor Carlos Torres y la prestigiosa economista Patricia Muñoz vuelven a reencontrarse en el homenaje a su mediático amigo Sergio Villanueva, el cual les ha dejado una curiosa carta a través de la cual repasan los momentos determinantes en la amistad de los tres. La obra te envuelve en una situación en la que se cuestionan los límites del amor incondicional.

La forma en la que está narrada la historia, precisamente, es uno de los puntos fuertes de este montaje junto a la capacidad de los actores –Bernardo Rivera y Candela Solé– para cambiar de personaje. Ambos se compenetran a la perfección y logran tener una gran concentración sobre el escenario. Rivera está correcto en su papel mientras que Solé despliega toda su artillería teatral derrochando frescura con una interpretación dinámica y ágil.

Como es habitual en las comedias, Incondicionales muestra un ritmo trepidante, diálogos ocurrentes y veloces muy cercanos a la jerga actual lo que siempre se traduce en una mayor complicidad con el público aunque, en determinado momentos, también se caiga en algún estereotipo y en el humor fácil.

El Teatro Lara es un espacio muy acogedor que parece pensado para esta obra, permite pequeñas representaciones haciendo que la relación entre actores y público sea más cercana y directa. En este caso también influye la sobria y sencilla escenografía, a cargo de Ana María Serpa T., que los propios protagonistas se encargan de mover y que ayuda a comprender mejor qué está pasando sin distraernos de lo realmente importante.

Un montaje que tiene como objetivo distraer, divertir y también criticar la homofobia en nuestra sociedad. Entretenida y ligera, una obra que posiblemente hará las delicias de los incondicionales del Teatro Lara.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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