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08.04.2019 Críticas  
Embriagada de clorofila

Joyas contemporáneas como Enterrada son las que activan el teatro contemporáneo, y Umbral de Primavera es el Tiffany’s de la capital, importando piezas preciosas de este calibre.

Hace tiempo que ella ya no duerme, y no consume nada cuyo origen y fin no sea la tierra. Rodeada de verdes plantas que cuchichean a sus espaldas, y comparten sus secretos, ella misma comparte retazos de una historia que ya fue; de un perro, un aloe, y él. Muerte en vida, vida muerta, y esperando a esa desconocida que también le lleve a ella.

Marina Fantini es la única intérprete de este pequeño gran montaje, con texto de ella misma y Lisandro Outeda; dirección de Adrian Canale y música original de Tian Brass. Un montaje de reducidas dimensiones, que con una duración perfectamente breve, embriaga como el perfume de la dama de noche que fascina a la protagonista en su infancia.

Poco a poco la narración va sepultando al espectador en esa cálida y espesa tierra negra en la que ella se encuentra Enterrada. Retazos su infancia, de un amor, de perro rubio, y de cómo acabó ella en esta enfermería clorofílica, sanando sus heridas a golpe de tragos y friegas con aloe vera. Marina Fantini, con hiptónicos y arácnidos movimientos, se convierte en una planta más, se somete a inyecciones de mantillo que le proporcionan los nutrientes que la mantienen despierta, y se conecta a la red fotosintética a través de su propia respiración.

Si para la protagonista ese jardín es el bálsamo que le ayuda a continuar, y confía en el extraordinario poder sanador de las plantas, Enterrada ha sido el ungüento que ha calmado mi día, y Umbral de Primavera, una vez más, el jardín en el que refugiarme de todo lo malo que hay fuera.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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