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22.03.2019 Críticas  
Nos creíamos modernos

Han tenido que pasar más de 300 años para que La Calisto de Francesco Cavalli se estrene en Madrid. Una ópera barroca, excelsa, desenfadada. Basada en el Libro II de Las Metamorfosis de Ovidio. Sorprendente descubrimiento de una ópera que llena el Teatro Real de libertinaje y sexualidad. Nos creemos modernos hoy, pero estaba todo inventado.

Las historias de dioses y semidioses siempre rozan el erotismo y el libertinaje. La Calisto, estrenada en Venecia en 1651 es un claro ejemplo de ello. A pesar de que en su estreno fue un rotundo fracaso, y de que no es de las óperas más representadas en el mundo, La Calisto es barroco cumbre. Con todos los alicientes que el adjetivo barroco incluye. Júpiter se encapricha de la ninfa Calisto, esta se halla al servicio de Diana. Ambas se proclaman castas y evitan cualquier o insinuación de los hombres. Mercurio, amigo de Júpiter le insta a este a disfrazarse de Diana e intentar el acercamiento a la ninfa. El plan no falla. La Calisto cae rendida a los encantos de la falsa Diana. Por allí andan también un sátiro llamado Pane, enamorado de Diana. Enamorado y deslenguado como ninguno, no esconde sus intenciones carnales. También está Endimione que ha sido rechazado por Diana en infinidad de ocasiones, pero que no desiste en su amor por ella. Juno, la esposa de Júpiter sospecha de la trama de su marido por conquistar a la bella ninfa. Descubre el entuerto y enardecida en cólera maldice a La Calisto convirtiéndola en Osa. Mientras la verdadera Diana cae finalmente rendida a los encantos de Endimione. Los sátiros aceptando que nunca tendrán el amor de la ninfa ahora convertida en osa, acortan su vida para que a su muerte se convierta en la constelación de la Osa Mayor.

Todo eso es La Calisto. Ahora añádanle una estética de Casino de Las Vegas ideada por David Alden. Criaturas exageradas, los pavos reales son de una belleza sensual hipnótica. Esos divanes blancos donde la lujuria y el enredo se desbocan. Pónganle de fondo música barroca interpretada de manera excepcional por el Monteverdi Continuo Ensemble y la Orquesta Barroca de Sevilla y el cóctel es para paladares exquisitos.

El Teatro Real arriesga y sale victorioso. La historia de confusiones y enredos vodevilescos que es La Calisto, el desenfado con el que se trata la historia, que podía haber caído en el erotismo barato, se salda con lujuria deluxe. Se sigue La Calisto con sumo interés.

Ivor Bolton dirige la orquesta con verdadera pasión. Louise Alder es una ninfa deliciosa, entre frágil y pícara. Emocionan sus arias y el dominio de su voz. Tim Mead como Endimione me dejó estupefacto. La belleza de la voz de este contratenor se llevó una de las ovaciones de la noche. Todo el reparto funciona a la perfección. Hemos tenido que esperar más de 300 años para que una ópera de Francesco Cavalli, considerado como uno de los padres del género, llegara a Madrid. A la ciudad de la movida, de la libertad y el desenfado. Resulta que Cavalli lo había inventado todo ya. Nos creíamos modernos y viene una ninfa y nos deja pasmados.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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