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20.04.2018 Críticas  
El legado de Amanda Todd

Un atractivo reparto, una atractiva propuesta de teatro documental, y oportunidad de dar voz al testimonio terrible de una víctima de ciberacoso que llevó hasta las últimas consecuencias la presión de su entorno y su propia concepción de lo que le estaba sucediendo. Amanda T es un ejemplo de teatro documental contemporáneo con buenas intenciones pero fallida ejecución.

Tomando como punto de partida del proyecto el caso real de una joven canadiense que en 2012, y tras una brutal trayectoria de ciberacoso y bullying, publica en Youtube su historia y posteriormente se suicida, dejando tras de su este testimonio en primera persona sobre las consecuencias de cometer ciertas irresponsabilidades en un mundo que se ceba en la tragedia personal y somete al individuo a una cacería cruel que acorrala a la víctima, hasta que esta actúa en su detrimento.

Alex Mañas firma y dirige este Amanda T, jugando con esos delgados límites que separan la realidad y la ficción, entregando una interesante propuesta de teatro documental, con un llamativo elenco, Greta Fernández y su inquietante presencia, y el notable talento de Isak Férriz.

Greta Fernández interpreta una impoluta Amanda T, a la que entrega un cuerpo y actitud adolescente que da excelentes dosis de realismo a su ejecución. Isak Férriz es un perfecto «daddy» es todos sus personajes, sabiendo transmitir esa dosis de sexualidad y estupor a su personaje principal. Ambas interpretaciones, pese a decaer en ciertos desdoblamientos de personajes que van ocurriendo, y que enturbian ligeramente el resultado final, son lo más reseñable del montaje.

La sencilla puesta en escena de Marc Salicrú, promete en cuanto se entra en la sala, pero su restringido uso hace que pierda valor y atracción. La organización del graderío de la sala Jardiel Poncela del Fernán Gomez, hace flaco favor a los flancos, desde los cuales cuesta seguir el relato, pues la proyección tiene una deficiente visibilibilidad desde ese punto, y únicamente la grada frontal y la primera fila, pueden llegar a disfrutar de ese punto. Esto mismo ocurre con la mayoría de los diálogos, dado que toda la propuesta está orientada a una organización de sala a la italiana, y desde los lados las cabezas de los actores se solapan y se pierde el valor de toda la experiencia.

El tono en el que Alex Mañas ha querido visibilizar este conflicto trágico es confuso y hace que el objetivo de acercar este drama al público pierda fuerza pues la a ratos comedia, a ratos drama, o hasta la «confesión» final, se recibe lejana, fría, nada empática, y sin valor divulgativo ni de concienciación de este grave problema al que todos estamos expuestos en redes. Todos podemos llegar a ser Amanda T, o algunos ya lo habremos sido en un momento dado, expuestos al escarnio público por una tergiversación de la realidad. Una simple sección de FOMO de Colectivo FANGO y Camilo Vásquez, por no referirnos a toda la extensión de ese montaje, transmitía de forma entre cruda y paródica, la exposición de nosotros mismos en medios digitales, y las consecuencias que ello conllevaba, por las (mal)interpretaciones de la masa, de los motivos de esta misma.

Echo en falta en Amanda T salir de la sala queriendo sentarme con cualquier elemento de mi círculo, en posible situación de sufrir lo que sufrió esta menor canadiense en 2012, no ya para dar una lección, sino para exponer un riesgo que está ahí, y que puede llegar a evitarse teniendo ciertas precauciones. Echo en falta querer borrar toda foto subida de tono compartida en Twitter, susceptible de manipulación o mofa. Echo en falta una mayor implicación en dar un valor social y educativo a esta propuesta, puesto que así creo que fue concebida, pero que se pierde por el camino. Echo en falta haberme hecho sentir Amanda T. Echo en falta haber llegado a casa y frente al espejo haberme dicho «Yo soy Amanda T«.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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